EL GRANO Y LA PAJA

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Mientras asistimos a otros dos nuevos capítulos de corrupción a mansalva, en Oligópolis, los que corrompen se van de rositas.
Es un hecho que toda trama de corrupción tiene, al menos, dos partes activas. Una, la que regala dinero público. Y otra, la que paga una comisión por recibirlo. Ya sea dineraria o en especie, la corrupción es un trato entre al menos dos personas que se van a beneficiar de él. El trato vincula a las dos partes, como los contratos, por lo que si hay un corrupto, hay un corruptor. Algunos tratos son a medias, a “tajo parejo”, pero otros son a porcentaje, como los contratos con abogados o comisionistas. Aquí está la clave, si hay un soborno cobrado por un político, por narices habrá un trato que beneficia también a otra parte. Si los porcentajes de los que hablan los medios son del 3 o el 5%, ¿a cuánto asciende el botín de la otra parte del trato?
A pesar de lo poco que se han llevado los corruptos de prime time, si lo comparamos con lo que se han llevado los corruptores de postín, el tratamiento y la información con la que nos bombardean los medios oligofónicos se centra casi exclusivamente, y no por casualidad, en la primera parte de la ecuación.
Cuando, en el tipo de tramas corruptas que mas se llevan, una empresa privada se levanta miles de millones en sobrecostes y excentricidades arquitectónicas que pagamos a escote, la mayoría absolutísima de medios públicos y privados gusta de mostrarnos a los conseguidores institucionales. Tal es así, que conocemos hasta la calle y el número de los tesoreros de los partidos, o los gustos personales de cargos electos políticos o sindicales. Pero sabemos bien poco de los detalles personales, o incluso los nombres y trayectorias profesionales, de los directivos de empresas privadas que se han llevado el fajo más grande de billetes.
Todos los debates, informativos, reportajes políticos o, incluso, chascarrillos de monólogo, hablan de los corruptos, de sus idas y venidas, de sus parejas o de sus grabaciones secretas. Cualquiera reconoce a Bárcenas, pero pocos ponen cara a los presidentes de esas grandes empresas que manejan la pala de untar. Si, por ejemplo, le pones a alguien delante la foto de José Manuel Entrecanales, de ACCIONA, o la de Miguel Jurado, de FCC, muy pocos sabríamos quiénes son.
Una pena, ya que, siempre presunta y casualmente, estos dos chicos son solo algunos de los que están desvalijando el país. En concreto, estos elegantes y educados hombretones viven casi exclusivamente de nuestros impuestos, sus beneficios dependen casi exclusivamente del dinero público invertido en infraestructuras y servicios públicos, prestan servicio a casi todos los ayuntamientos e instituciones públicas, concurren a procesos de adjudicación con todas las Administraciones del Estado y se reunen a diario, y en privado, con las personas a las que pagamos para que administren el patrimonio común. Viven del Estado, su inmenso poder se ha forjado garcias a él y, como si de un parásito se tratara, lo están dejando seco.
Comparado con las mordidas y trapicheos omnipresentes en los medios, el volumen de negocio de estas empresas con el Estado y su poder de intervención en los asuntos públicos, los convierte en treinta veces más culpables de la corrupción, primero, pero también muchísimo más nocivos para la economía y las condiciones de vida de la mayoría. Digo treinta veces más culpables porque se han llevado treinta veces más dinero; no es una forma de hablar.

quien controla a los medios
El control de los medios

Aun así, parece que eso no obliga a los medios a mostrar treinta veces más a los jefazos de la corrupción que a los conseguidores políticos. Y esto tiene una explicación muy sencilla: si no quieres quedarte sin anuncios, cállate. Los que nunca son centro de debates políticos, están detrás de las cámaras y las pantallas de ordenador tapando bocas a billetazos.
 
Si miramos con detenimiento quién posee los medios, ya sea de forma directa con paquetes accionariales, o de forma indirecta con una deuda impagable y una dependencia publicitaria total, entenderemos por qué ocultan a los mayores saqueadores del país. Son su sustento.
Así es que para los medios oligofónicos, es mucho más sencillo centrarse en Bárcenas, en los sobresueldos a cargos conservadores o las fiestas sindicales: ninguno de ellos paga las facturas y los sueldos. Todo sirve para que los monologuistas y cómicos del país hagan caja para sus cadenas.  Pero, sobre todo, sirve para pensemos que evitando a los corruptos evitaremos el saqueo de lo público, como si los grandes corruptores no tuvieran en reserva otro ejército de sobornables.
Para eso nos enseñan la paja mientras los anunciantes se llevan el grano.
 
P.D.: Algunos expresidentes de Gobiero, antiguos cuadros de Estado y periodistas sin demasiados escrúpulos, con el asunto de la investidura y los pactos para repartirse sillones azules, están haciendo de su capa un sayo, defendiendo una estabilidad parlamentaria que garantice la estabilidad forrática de los oligarcas, el cumplimiento de las órdenes imperiales de Washington y Berlín o los privilegios insultantes de sus señorías.
Y es que hay quienes ya no tienen ni vergüenza que disimular.

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