«De la falta de educación durante este gran golpe que es la pérdida de la inocencia, así como de la falta de educación del resto del tiempo que vivimos, es de donde se derivan todos los demás males de la humanidad, tanto en general como en particular».
No corresponde a ningún momento determinado de la vida. Qué va. Tampoco surge tras ninguna vivencia traumática de la niñez, aunque sí que puede fomentarlo. La pérdida de la inocencia es más bien pareja a la adquisición de conocimientos, a la absorción de una mejor o peor educación. Dependiendo de los incontables factores que varían las formas de educación, así será como varíe la formación de la personalidad de cada individuo. Y, aunque hay algo que está tan claro como el agua cristalina, seguimos obviándolo y esperando resultados diferentes aplicando siempre el mismo método. Me refiero a que todos somos diferentes y, consecuentemente, precisamos una forma de educación particular. No nos volvamos locos, es tan simple como permitir a esa nueva personalidad floreciente ser ella misma. Es la única forma de saber lo que necesita para desarrollar todo su potencial. No se abalancen contra mí todavía, solo digo que la educación es lo más importante para una persona, para cualquier persona. Solo hay que fijarse en el mundo, en la humanidad y en su historia. Solo hay que fijarse en el porqué de las cosas y cuestionárselo. Sobre todo, dudar. Dudar de todo cuando se ve, se oye, se toca, se huele y se saborea. ¿Por qué? Porque no tenemos otra fórmula para avanzar. No, si no está basada en la duda, en la observación, en la empatía y otra vez en la duda. Dudar no tiene que consumirnos, sino que tiene que ser la base de toda reflexión constante junto a la búsqueda del porqué, y a poder ser, no de un solo porqué.
De la falta de educación durante este gran golpe que es la pérdida de la inocencia, así como de la falta de educación del resto del tiempo que vivimos, es de donde se derivan todos los demás males de la humanidad, tanto en general como en particular.
Cómo se puede explicar de otra forma que no sea por falta de educación el racismo, el machismo, la homofobia y todas las demás absurdas fobias, la indiferencia hacia el sufrimiento del prójimo, el fascismo, el nacionalismo, la falta de interés por el arte y la creatividad, la falta de sensibilidad hacia los demás seres vivos, la autodestrucción como especie, la destrucción de nuestro hogar la Tierra, la creencia en otro dios que no sea la empatía y la miseria en la que se encuentra la moral, apenas ya existente, en presencia de la nueva religión: el dinero.
Es tan abrumadora la indiferencia hacia todo esto de la mayoría de las personas que conozco que muchas veces tengo la sensación de estar viviendo en mi propio Show de Truman.
Y es que tampoco hay mucho que hacer con aquellos que son ciegos, sordos, mudos e insensibles a la falta de educación y conciencia, que lo son por voluntad propia…
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