DESPUÉS DEL 26J. DE LOS MIO ¿QUÉ SE SABE?

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FOTO ESPAÑA MANZANA PODRIDA
ESPAÑA PODRIDA

La regeneración moral, ese mito que la izquierda ha creado y en el que cree con fe inquebrantable, no es un asunto que pueda resolverse en un país con la simple victoria de una ideología sobre otra, es un problema de educación y de generaciones. Y más vale que la izquierda moderada española aprenda y acepte esta verdad antes de que su propia soberbia la lleve al borde de la desaparición.

Leo con que desencanto con qué furia interna, con qué cruel incomprensión, los votantes más concienciados lamentan el resultado de estas elecciones y dicen cosas que demuestran su absoluto desapego de la verdad última. Nunca, jamás, se puede culpar a los votantes de lo votado. Nunca, jamás, se puede hablar de democracia y considerar que el pueblo se equivoca porque no ha votado lo que cada uno piensa que debería de haberse votado.

Acusan ahora a la masa votante de legitimar la corrupción, de legitimar los recortes, de permitir que un partido innoble gane las elecciones. No se puede decir, en estricto sentido democrático, eso del partido al que ha votado más gente porque en esa no aceptación del resultado va implícita la no aceptación del juego democrático. La votación solo será válida cuando diga lo que yo creo. La historia solo será asumible cuando esté conforme con mi pensamiento. La verdad solo existe si es mi verdad.

En este país, en Las Españas, llevamos jugando este peligroso juego de acomodar lo de todos a lo mío desde hace al menos dos décadas, y este juego, este permanente descrédito de lo de los demás, solo nos lleva al frentismo, a la necesidad permanente de justificar el descrédito general de lo nuestro a base de desacreditar lo ajeno, a base de considerar que lo que opinan los votantes es un error, que los votantes han sido engañados. Mentira, lo que es un error, lo que es un tremendo error, lo que es un error que nos sume en la imposibilidad de avanzar y crecer como país, es la actitud de confrontación, de descrédito, que el perdedor intenta crear en la sociedad sobre el ganador desde minuto siguiente a los resultados definitivos, e incluso un poco antes.

“Este permanente descrédito de lo de los demás solo nos lleva al frentismo, a la necesidad permanente de justificar el descrédito general de lo nuestro a base de desacreditar lo ajeno, a base de considerar que lo que opinan los votantes es un error, que los votantes han sido engañados”

Hemos perdido de vista desde hace ya tiempo que la labor de la oposición parlamentaria es controlar y mejorar la labor del gobierno, es proponer medidas correctoras y complementarias de aquellas que el gobierno intente llevar adelante, pero mediante el diálogo, mediante el acuerdo, impidiendo con su esfuerzo, con su trabajo derivas inconvenientes que el ejercicio del poder produce inevitablemente. Pero lo que no es, aunque así nos pueda parecer por saturación,  es que la oposición solo se dedique al acoso y descrédito del gobierno. Nadie se equivoca siempre. Nadie tiene la verdad absoluta.

El tema, por poner el ejemplo del más invocado en esta noche ya postelectoral, de la corrupción, es un tema endémico de esta sociedad. Desde la novela picaresca a la promulgación de leyes, sobre todo las fiscales, que presuponen que el contribuyente es un defraudador en potencia. En este país todos, y fíjense bien que digo todos, somos corruptos, solo que lo que cada uno hacemos individualmente no lo consideramos corrupción.

Corruptos somos los empleados que nos llevamos unos folios y unos bolígrafos de la empresa para casa, como lo es el empresario que hace lo propio.

Corrupto es el personal sanitario que sistemáticamente se lleva material médico a su casa procedente del centro en el que trabaja. Si, esa vendas, ese específico, esas pinzas o termómetros que justificamos porque como nos pagan tal mal…

Corrupto es el profesional que utiliza lo laboral para cuestiones privadas.

Corrupto es aquel que tira de amistades y amistades de amistades para conseguir algún fin particular.

Corruptos somos los que viendo que otro hace algo mal miramos para otro lado si es amiguete porque: “qué coño, tiene razón”.

Sí, señores, todos, yo no conozco a ningún inocente, somos reos de alguna pequeña, y por supuesto justificada, corrupción a lo largo de nuestra vida. Y si no hay más Bárcenas, si no hay más Filesas, ni más escándalos no es porque abunden más los inocentes que los culpables, no, es simplemente porque la mayoría de nosotros no tenemos acceso a ese nivel de corrupción, a esa capacidad de trinque.

Mi amigo Pedro nos lo recuerda a veces cuando hablamos: “El único que puede presumir aquí de no ser homosexual soy yo, que lo ha probado y no me ha gustado”. Pues eso, con los dedos de la mano podríamos contar a aquellos que teniendo la posibilidad de llevarse algo no lo han hecho.

No olvidemos que muchas veces solo hay que recurrir a las frases hechas más populares del idioma para descubrir el alma de un pueblo. “¿Y de lo mío que se sabe?”, anda que no.

No, el resultado de estas elecciones no legitima la corrupción porque la corrupción está dentro de nosotros mismos. El resultado de estas elecciones no legitima los recortes, pero no considera que eso sea una acción punible, al menos no en este momento.

El pueblo, ese ente difuso que algunos invocan para ponerlo detrás suyo, tiene voz propia en las elecciones y castiga con piedra y palo a aquellos que juegan a hacer lo que les interesa diciendo que lo hacen porque se lo ha mandado ese pueblo

Si, ya se, es duro aceptar la derrota, es más duro, incluso, aceptar el error pudiéndoselo encasquetar a alguien que no puede responder inmediatamente. Pero ese es el camino. Aceptar, lo primero, pero no de boquilla, no de palabra que desmienten luego los hechos. Aceptar lo que la gente pide

¿Y qué pide la gente? Y yo que sé, pero visto lo visto yo diría que la gente demanda estabilidad, inteligencia, compromiso y plan a largo y medio plazo que no nos haga poner el país patas arriba cada cuatro años. Una nadería.

En fin, yo de momento voy a esperar un par de semanas antes de preguntar por ahí: “¿Y de lo mío que se sabe?”

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