“No voy a dimitir, no voy a hacerlo”, dijo Cristina Cifuentes cuando se descubrió que en su curriculum vitae había un master que no se ha demostrado, hasta el momento, que lo haya hecho, sino todo lo contrario, al apuntar todos los indicios a que ha existido una burda manipulación de su expediente académico.
Pero, si tal compostura es criticable en un o una dirigente político cuya imagen pública debe ser la de una persona recta y honrada, más lo es cuando se aferra a su sillón del despachito oficial sin que nadie ponga orden dentro del partido político al que pertenece, es más, todo lo contrario, restándole importancia a un hecho que no sólo daña a la imagen política esa persona sino a las propias instituciones, cada vez más degradadas por quienes ejercen el poder.
Claro está que, mal puede un partido salpicado por una corrupción galopante, poner orden en su seno, sin previamente haber hecho una limpieza a fondo y una auténtica regeneración interna, y no una mera interpretación teatral, de poca más categoría que un mal vodevil de tercera con códigos éticos que no son más que fuegos fatuos que desaparecen en el aire, teniendo que ser siempre o casi siempre la justicia la que ponga las cosas en su sitio, tal vez, no con el castigo adecuado, cuando de lo que se trata es condenar a unos mandatarios, el cual debería ser ejemplarizante para que los ciudadanos honrados viesen premiado su buen comportamiento en comparación con tales buitres políticos.
“Claro está que, mal puede un partido salpicado por una corrupción galopante, poner orden en su seno, sin previamente haber hecho una limpieza a fondo y una auténtica regeneración interna, y no una mera interpretación teatral, de poca más categoría que un mal vodevil de tercera con códigos éticos”
Pero, para más inri, aquella que pretendió ser la imagen perfecta del Partido Popular, la persona honrada, pisando los callos de sus antecesores políticos, salpicados igualmente por la corrupción, ha resultado ser igual que ellos, pero con varios agravantes. El primero por erigirse en juzgadora de quienes son iguales que ella, y aquí no importa la gravedad del delito cometido, sino la imagen de limpieza pública de las instituciones del país. Y, el segundo, no ser lo suficientemente humilde como para irse a su casa, después de pedir perdón, cuando no sólo ha sido pillada una vez con las manos en la masa, sino dos veces; la última de tan grotesco comportamiento, como para no sólo convertirse en el hazme reír de la política española, eso sin mencionar el cabrero de muchos ciudadanos que, sin llegar a final de mes o llegando con serias dificultades económicas no se dedican a robar en los supermercados para comer o vestirse y, menos para comprarse cremitas para la cara.
Posiblemente para algunos sea suficiente las razones dadas por aquella para disculpar su ignominioso comportamiento, como el de justificar que en el momento en que fue pillada robando productos de cosmética en un supermercado padecía una enfermedad llamada cleptomanía que en el momento actual ya ha superado; lo cual si desde el punto de vista humano podría ser suficiente para apiadarnos de ella, desde el punto de vista político no lo es y ni lo puede ser por el plus de honradez que debe exigirse a nuestros representantes, lo cual obliga a tener un pasado y un presente lo más intachable posible, por no decir inmaculado.
Ahora bien, no es suficiente con la dimisión de Cifuentes para que los ciudadanos podamos por enésima vez tragar con lo sucedido. No, porque ya estamos cansados y más que hartos de ver que una y otra vez el partido del gobierno de la Nación se ha convertido en una cueva de ladrones con muchos más de los que tenía Alibabá. Es necesario, además, una disculpa del Partido Popular, de su presidente; pero no una disculpa de “lo siento y aquí no ha pasada nada”, sino una disculpa real que pase por su dimisión y la de su entorno, además de una limpieza a fondo en sus filas, como principal responsable del funcionamiento del partido y del gobierno, y ante la sospecha de que tampoco él está limpió después de descubrir su nombre en los papeles de su entonces “amigo Luis”.
“No es suficiente con la dimisión de Cifuentes para que los ciudadanos podamos por enésima vez tragar con lo sucedido. No, porque ya estamos cansados y más que hartos de ver que una y otra vez el partido del gobierno de la Nación se ha convertido en una cueva de ladrones con muchos más de los que tenía Alibabá.”
Es una vergüenza para los españoles tener dirigentes de esta calaña que están convirtiendo la imagen de España en un circo, o peor aún, la vuelta a la imagen de un país de dudosa democracia, con unos ciudadanos que, aún a pesar de ser apaleados una y otra vez, seguimos tragando, lo que hace poner en duda si este tipo de gobernantes no son más que el reflejo de su pueblo, y la instituciones un gran charco lleno de inmundicia.
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