CUANDO LA SANIDAD SE CONVIERTE EN UN NEGOCIO

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El principal problema que tienen los españoles es su escasa memoria histórica, lo cual unido a la ineficacia de los gobiernos en la gestión de un sistema sanitario público y a sus continuas mentiras, nos están llevando a la destrucción de unos de los servicios básicos que fue reconocido por muchos países como ejemplar por su calidad y por el acceso universal que para los ciudadanía supuso.

Desde el inicio de la transición en España tras la aprobación de la Constitución de 1978, según pone de manifiesto el periodista Francisco Javier Barbado Cano en la comunicación presentada para su exposición en el Congreso Internacional Historia de la Época Socialista: 1982-1996, concluyendo su investigación bajo el título “El PSOE y la Reforma Sanitaria: ¿un nuevo modelo?, tanto el PSOE como la UCD en sus respectivos gobiernos “no pusieron reparos en ningún momento a la presencia de la Sanidad privada en España. Pero, mientras el primero la consideraba como una actividad de negocio sin más, cuya participación en la gestión de la Sanidad pública debía limitarse a aquellas áreas en que la red asistencial del Estado encontrase dificultades de provisión, la segunda se mostró proclive a favorecer la entrada de las entidades privadas en la gestión de los servicios sanitarios públicos. No obstante, los socialistas se muestran menos reacios a la gestión mixta de la sanidad conforme avanzan los años y, a partir de 1982, mantienen los conciertos como fórmula de colaboración entre el Sistema Nacional de Salud y el sector sanitario privado”.

Del PP poco -o mucho- hay que decir sobre su clara tendencia a un sistema sanitario privado, manifestación de los recortes operados en su últimos gobiernos en la mayoría de los servicios públicos de carácter asistencial,  tendencia que, asimismo, han propiciado los gobiernos autonómicos populares como depositarios del ejercicio de esta competencia, pero también socialistas.

Y, como siempre, los ciudadanos y ciudadanas son los eternos sufridores de estas políticas en las que claramente quienes salen ganando es el sector privado, es decir las compañías de asistencia sanitaria a las que parte de la ciudadanía con recursos  tienen que recurrir para asegurar su salud ante las largas listas de espera en el sistema público, debido principalmente a la reducción de personal para que puedan cuadrar las cifras mermadas que los presupuestos públicos destinan a este servicio; aunque, cada día es más el convencimiento de quienes recurren al sector privado de que la calidad es cada día peor ante la enorme competencia entre compañías lo que obliga a bajar los precios, repercutiendo finalmente en su asistencia a los usuarios para poder obtener un buen margen de beneficios.

Así, una de las consecuencias de esa reducción del gasto tiene su manifestación en el precio o contraprestación que se paga a los médicos que prestan sus servicios en el sector privado que, por su escasa cuantía para hacerlo rentable les exige aumentar el número de pacientes, lo que al final se traduce en menos tiempo de asistencia a cada uno de ellos, además de la connivencia entre los pagadores y los propios médicos en reducir a lo estrictamente imprescindible las pruebas de diagnóstico.

Otra manifestación de esta perdida de calidad del sector privado es que tales médicos en la mayoría de las ocasiones son los mismos que los del público, al ser uno de a los pocos empleados públicos a los que se le permite la compatibilidad entre ambos sectores, de manera que después de su larga jornada de trabajo en el  sector público, incluso precedido en ocasiones de alguna guardia de venticuatro horas pasan consulta en el privado, por lo que la fatiga, como es lógico, hace que repercuta en una peor calidad en este último sector; actuación criticada por muchos usuarios al convertirse en todo en un negocio para las compañías y para los propios médicos. A lo que hay que añadir la externalización de sistema público en el privado para reducir las largas listas de espera en aquel, limitándose a una única asistencia que tras el diagnóstico o intervención el paciente queda en el limbo del abandono por parte de ambos.

“Otra manifestación de esta perdida de calidad del sector privado es que tales médicos en la mayoría de las ocasiones son los mismos que los del público, al ser uno de a los pocos empleados públicos a los que se le permite la compatibilidad entre ambos sectores…”

El caso es que, salvo excepciones de médicos y otros sanitarios que hacen que prime la calidad de su servicio en relación a sus pacientes, o de los que se conforman, bajo la misma premisa, en trabajar en sólo uno de lo sectores, tanto la sanidad pública como la privada están perdiendo la calidad que en su día tuvieron. Y los políticos, a lo suyo, que no es otra cosa que gobernar para unos pocos que son los que obtienen los beneficios de este caos sanitario. Dicho de otra manera, que las personas con menos recursos se fastidien, por no decir que se jodan como dijo alguna diputada del PP en la precedente legislatura en relación a los parados, pues no les queda otra, o sí, que es luchar por mejorar el sistema.

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