CATALUÑA…, Y LO PEOR DE ESPAÑA

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Por fin, aunque todos sabemos que los resultados de las elecciones catalanas es un “volver a empezar”, lo cual alimenta de nuevo la especulación periodística de medios serios y no serios; sin embargo, nos da un pequeño suspiro a quienes no sabemos hacer otra cosa que cotillear sobre los políticos, al haber frenado, en cierto modo, el vertiginoso devenir de acontecimientos sobre el “Procés”.

Es por ello que, habiendo despejado el elemento que estaba acaparando toda la información política, empezamos a “tomar conciencia” de la realidad política de esta nuestra querida España que, tomando prestada la letra original de nuestra inolvidable Cecilia: “esta España viva, esta España muerta”, representa lo que realmente nos deja ver el panorama con el que nos encontramos.

Si no fuese porque lo que trasciende a lo acaecido en Cataluña que, no es otra cosa, que la repetida puesta en escena de un contencioso histórico, mantenido en oculto por intereses propios y ajenos de los que ahora defienden a ultranza la independencia de esta Comunidad Autónoma; muchos dudaríamos si detrás de todo esto puede estar el mismísimo “D. M. Rajoy”, fomentando la confrontación para correr un velo sobre su “enanez política” para el gobierno de este país, dependiente de una alianza con el tercer partido de la oposición y de una abstención con el primero, anulando a quienes se declaran apoderados del pueblo, de facto, el único de la izquierda parlamentaria a nivel nacional. ¿Quién sabe?, la maldad de los políticos no tiene límite por aquello de “poderoso caballero es don dinero”.

De todas formas, muchos no descartamos que pueda haber cierta conspiración política en todo esto, “aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid” -no conozco ningún otro refrán o dicho popular que pueda referirse al lío de Cataluña, de manera similar-, ¿por qué no subirse al tren de la independencia que otros han puesto en marcha, para resaltar nuestro férreo sentimiento patriótico acerca de la unidad de España?.

Encajan todas las piezas para defender el “uso propio” que el partido del gobierno ha hecho del tema de la independencia, haciendo que se aproximen los polos opuestos de la izquierda y de la derecha, en cuanto al fanatismo de sus pretensiones, con confrontaciones constantes, vendiendo al pueblo que los vota, o tal vez deberíamos ser más precisos  y decir “al pueril pueblo que los vota”, una ideología trasnochada de una “unidad de España” con copyright del PP, en el ámbito nacional; y de la incongruente, no por ello ilegítima, de intentar dividir Estados de manera secesionista, cuando la tendencia a nivel mundial es la supresión de barreras, estableciendo vínculos comunes entre ámbitos territoriales, incluso políticos, diferentes.

Sí, estamos aferrados a ideologías, a clichés simplistas que unos y otros transmiten en sus discursos políticos para demonizar a los contrincantes, que muchos ciudadanos se creen a “pies juntillas” porque les hace sentir una identidad propia por la que luchar como buen patriota. Eso nos lleva a colgar esteladas en los balcones catalanes y la bandera española en el resto del país, que en algunos casos por el tiempo transcurridos se están convirtiendo en trapos colgados que desvirtúan en algunos casos el medio ambiente urbano.

Se abre un nuevo periodo, un periodo en el que habrá que dejarse de mirar el propio ombligo y tener una visión más generosa de la política, entendiéndose por generosidad todo aquello que redunde en beneficio de la mayoría de los ciudadanos, intentando relativizar y racionalizar el significado de nación. Lo demás huele a tufo político de manipulación de mentes, también dementes.

Ojalá,  este “volver a empezar” se convierta en la película de Garci que un día dio un Oscar a este país, en el sentido de que la fraternidad entre los pueblos se convierta en una realidad y que todos sepamos administrar las cosas comunes sin rasgarnos las vestiduras. Déjennos a aquellos ciudadanos que pensamos que la ideología que venden los partidarios del Procés para fragmentar, igual que la que vende el PP, en sentido contrario, tal vez con mayor perversión, se use de la forma tan vil,  las convierte en ideologías de “a saldo”, que ni un niño de educación infantil compraría, y no por la falta de dinero. Véndanme algo que merezca la pena, algo que de una vez por todas levante a este país a la altura que debería estar en Europa y en el mundo, y no en la mediocridad que ustedes, todos los que tienen la tarea de gestionar lo común,  la han dejado, sin visos que mejore.

En definitiva, Cataluña es importante, pero España lo es más, mientras no se implante otro sistema que convierta a la Comunidades Autónomas en Estados Federados, con una mayor auto-gestión de lo propio y auto-independencia, o cediendo al deseo de los independentistas de una secesión prohibida por los Declaración Universal de los Derechos Humanos. No sé como solucionar el tema, tampoco me corresponde, aunque propongo la idea de hacer una política más noble, de manera que las cartas que se pongan sobre la mesa no estén marcadas para alcanzar la victoria por algunos de los jugadores.

 

“Cataluña es importante, pero España lo es más, mientras no se implante otro sistema que convierta a la Comunidades Autónomas en Estados Federados, con una mayor auto-gestión de lo propio y auto-independencia, o cediendo al deseo de los independentistas de una secesión”

Tanta independencia, tanto patriotismo del “tres al cuarto”, tanta corrupción, tanto inútil en despachos oficiales, tanta pestilente política, me ha hecho volver a un momento de mi vida en el que la utopía de la anarquía me atrapó, aunque con una acracia más moderada, porque lo que tenemos no es más que la propia involución del ser humano cuando tiene en sus manos el poder, convirtiéndose en bestias de intereses ajenos a los de los ciudadanos.

 

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