ALZHEIMER… ESA ENFERMEDAD QUE ELIMINA SUS RECUERDOS.

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Eran las 6:00h de un día cualquiera, de un mes cualquiera. Como siempre, el despertador la había removido de la cama y como una autómata se dirigía a la cocina, ponía la cafetera, enchufaba la radio, la Ser, y ahí era el momento en que se ponía al día de lo que pasaba en aquel mundo exterior al que ella salía en su periodo vacacional, en Septiembre, porque como ella me contaba que, “estaba todo más tranquilo y era más barato”. Acto seguido, ducha y arreglos personales porque, hoy tocaba subir a planta, a llevar la ropa de esterilización de su servicio, y allí había familiares esperando la suavidad y el olor de las sábanas y pijamas limpios que, aunque estaba lavada a una temperatura elevadísima, al final huele a lo que huele, a hospital.

Todo normal. Baja las escaleras, se encamina a coger el autobús que la llevará a su centro de trabajo, cierra la puerta y echa dos cerrojos…. no vaya a ser que mi madre le de por salir a estas hora. Sí, sí porque “su madre” andaba un poco desorientada”. Y así, todos los días de sus casi treinta años de trabajo.

Pero aquel día, de aquel mes, la rutina se había dado la vuelta, y lo que parecía ser un itinerario conocido se trastocó súbitamente en un laberinto de calles desconocidas para ella, difíciles de sortear. De repente, una llamada del hospital: “Hola, ¿eres la hija de Ofelia?“, “sí ¿qué pasa?”. “Tu madre no ha llegado al trabajo, ¿le ha pasado algo, está enferma?”. “No, ha salido como todos los días a la misma hora”.

Rápidamente se mueven los resortes de la memoria. ”A Mamá se le está notando cosas raras , coge las llaves en la mano, va mal vestida, se repite contando cosas del pasado más lejano, no sabe vestirse, utiliza mal los cubiertos, echa sal a la comida”… “Calla, calla, qué dices, si yo estoy con ella todos los días, y sí, alguna cosilla rara hace, pero hija,no es para tanto!!!

El monstruo ya había abierto sus fauces y se estaba tragando muchos de sus recuerdos. “¿Mamá, cuántos hijos tienes?,… “uyyy creo que cinco” (éramos cuatro); “¿y cuántos hermanos?”; “¿y tus padres cómo se llamaban?… todo eso se había desvanecido. Su mente había reconstruído otra vida muy diferente de la que tuvo. Niña esperadísima en una familia de cuato miembros, número uno de una oposición de telefónica, guapa a rabiar, pero apareció en su vida el señorito, de gran prestancia y título nobiliario y tuvo que dejar todo para convertirse en ama de casa y madre de familia numerosa .

“El monstruo ya había abierto sus fauces y se estaba tragando muchos de sus recuerdos”

Estoy convencida que aquí empezó un poco el desencanto de haber tenido que prescindir de una existencia un tanto independiente, para el momento que se vivía, años 50, e ingresar en un laberinto de proporciones desconocidas: padres, tíos, primos e hijos. Todos a su cargo. Más tarde emigrante en Bélgica porque, donde vivía, en las comarcas mineras de Asturias se había producido la llamada ”huelgona” del 62, y había que comer. Todo ello lo somatizó en su interior y nunca se quejó, porque debió de pensar que era ella la única que podía sacar adelante a su familia. Y allí se fue, sin conocer el idioma, ni las costumbres ni nada que le fuera familiar. Paso a paso se fue reinventando y consiguió superar unas pruebas de auxiliar de enfermería y posteriormente acceder al puesto de trabajo en el hospital.

Pero la vida la iba a regalar una última prueba que era el tener que convivir con un inquilino difícil de llevar, que tendría que doblegarse a su voluntad y que la transportaría a los primeros estadios de la infancia.

Quién le iba a decir a ella que otro hospital sería el encargado de dirigirla de consulta en consulta y de pasillo a pasillo, para determinar su dolencia, Alzheimer. El diagnóstico pesó como una losa sobre todos nosotros. “¿Qué haremos, cómo vamos a afrontar esta prueba?”. Preguntas que fuimos respondiendo a medida que ella tenía las alteraciones comunes de esa dolencia.

Padeció y sufrimos 27 años de Alzheimer, pasamos por todos los estadios de la enfermedad: risas, llantos, insomnio… pero con todos esos recuerdos sin memoria, oirla cantar Asturias patria querida, nos gratificaba porque era una manera de querer resistir su origen al olvido.

In memoriam de Ofelia, mi madre.

© Margarita Vázquez de Prada Rodríguez

 

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