La épica del desencuentro

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Sí analizamos las declaraciones y artículos de opinión, asi cómo los titulares de algunas publicaciones, no deja de llamar la atención el lenguaje belicista del que se ha impregnado la cuestión catalana y prueba de ello es el siguiente muestrario: Ganar la batalla de la imagen. El aguerrido españolismo. Delitos que, como sedición y rebelión. Cruzada y flamear de banderas. Temible enemigo. Víctimas del fraude independentista. La sociedad vive momentos de exaltación patriótica. Los catalanes son vencidos. Partidarios de atrincherarse y que nada cambie. Mossos d’Esquadra, un cuerpo de 17.000 agentes al que se compara con una suerte de ejército para enfrentarse a “quienes intenten… para alzamientos armados. Estrategia de defensa. Lo que ya se puede concluir es que su despliegue táctico.

 

También sería “curioso” analizar el perfil de los autores de algunos artículos de opinión en los que se utiliza este lenguaje belicista. Analicemos al azar uno de los muchos artículos que “ilustran” a unos u a otros. El 06/11/2017, La Vanguardia; “Catalunya, el sueño y la tragedia” y a su autor,  Felip Puig, que llegó a ocupar 41 cargos consecutivamente, desde Noviembre de 1999 hasta enero de 2016. Relacionado con el hundimiento del túnel del metro del Carmel y que siendo Consejero de Interior de la Generalitat, el 27 de Mayo de 2011,  tras el intento de desalojar, por parte de los Mozos, la acampada

en Plaza de Cataluña, declaró que la culpa de las cargas policiales la tuvo la agresividad de los indignados. Claro, la del 1 de Octubre fue brutalidad policial.

Traigo a colación uno de los párrafos del mencionado artículo. “Hoy, en pleno siglo XXI, Catalunya vuelve a verse sometida a la represión y a la violencia. Expolio fiscal, derogación de nuestras instituciones de autogobierno, criminalización de nuestro modelo educativo, lingüístico y cultural, encarcelamiento de nuestro gobierno, exilio del Presidente de la Generalitat, amenazas y chantajes, justicia parcial y arbitraria, policía política y hacienda intervenida”.

 Cierto que son frases y parrafo sacadas de su contexto, pero están ahí y carecen, casi todas, del rigor para hacer creíble el contexto en el que se insertan, pero el ciudadano absorbe este lenguaje, y esa “exaltación patriótica” crece y se alimenta, en ambos sentidos, de este lenguaje belicista. De esta forma nos encontramos que un escenario para el dialogo y el entendimiento se ha transformado en un entramado de posverdades irrespirables en la que el desencuentro ahoga todo atisbo de coherencia.

Un total de 5.553.983 electores podrán votar el 21 de diciembre en las elecciones al Parlament de Catalunya, según el censo publicado este viernes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Pues bien, estos ciudadanos, en contraposición a sus referentes políticos y a los ideólogos de renglones torcidos, deben constituir un “cuerpo de paz” y demostrar, una vez más, que el pueblo está por encima de sus dirigentes y que antes el desacierto de la épica cómo estrategia, en la que ciertos informadores y determinada clase política se desenvuelven cómo pez en el agua, el ciudadano debe contraponer la cordura y la predisposición al dialogo a través de las urnas.

Estas reivindicaciones ciudadanas, espontaneas y basadas en el sentimiento han pasado a ser controladas por agrupaciones políticas organizadas que están preconizando este lenguaje belicista, esta épica del desencuentro, que terminará implosionando las estructuras socio económicas de una Cataluña prospera y global. La reflexión, referida a finales del siglo XV,  de Pierre Vilar en su obra Historia de España, podría reflejar, en cierta medida, la situación actual Volveremos a las luchas medievales, dónde predominaban más la concepción territorial y religiosa de la expansión que la ambición comercial y económica”.  Es decir el expansionismo y el adoctrinamiento por encima del bienestar y la seguridad. Hay lecturas menos amables.

“Estas reivindicaciones ciudadanas, espontaneas y basadas en el sentimiento han pasado a ser controladas por agrupaciones políticas organizadas que están preconizando este lenguaje belicista, esta épica del desencuentro”


El traslado de la cuestión catalana a un escenario europeo no ha hecho más que incrementar este lenguaje épico, intentando reabrir heridas que la democracia ya cerró, activando fronteras jurídicas que amenazan con romper acuerdos entre países miembros de la Comunidad Europea. En un escenario dónde los nacionalismos, casi todos impregnados del concepto de supremacía étnica, están sembrando Europa de gobiernos ultra conservadores, dónde la xenofobia alimenta discursos y conforman programas de gobierno, dónde la inmigración, asociada a guerras tribales e intereses económicos, hambre y mafias invaden la “civilizada” Europa, dónde la crisis económica amenaza con rediseñar viejas fronteras, en una Europa sacudida por el terrorismo  y el cambio climático. En este escenario, que requiere más que nunca unidad de acción para que el ciudadano se sienta protegido frente a este agitado principio de siglo, los independentistas catalanes se han erigido en jinetes ocultos de su particular caballo de Troya para vengar el honor de sus honorables y restituir su hacienda que, según sus postulados una historia, incierta y tan convulsa cómo la que están promocionando, entienden que les han arrebatado.

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