EL ARTE SURGIDO DEL DOLOR (1ª PARTE)

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La pintora mejicana que se creó a sí misma
Los ágiles dedos se deslizaban por las teclas del piano y una melodía sugestiva, delicada, vibraba llenando los espacios de la casa pintada de azul, allá en Coyoacán, México. Guillermo Khalo se relajaba al final de cada jornada tocando sus partituras musicales favoritas antes de sentarse a la mesa para cenar. Era un hombre sensible a la vez que tenaz. De origen germano-húngaro, Wilhelm Khalo, emigró a México después de fallecer su madre. Transformó su nombre alemán en el de Guillermo. Contrajo matrimonio, tuvo dos hijas y perdió a su esposa en el segundo parto. Después conoció a Matilde Calderón, ferviente católica de ascendencia india y española, con la que se casó. Tuvieron cuatro hijas, siendo la tercera Magdalena Carmen Frida Khalo Calderón, nacida el 6 de julio de 1.907.

En 1.910-1.911 la vida burguesa de los Khalo se vio seriamente afectada a consecuencia de la Revolución Mexicana. Con el tiempo Frida guiada por la reverencia que le inspiraba el levantamiento de los legendarios Emiliano Zapata y Pancho Villa, iniciada el 7 de julio de 1.910, declararía ésta fecha como la de su nacimiento.

 
Frida con sus hermanas

Creció alegremente bajo la amorosa protección de sus hermanas mayores hasta que un día, cuando iba a cumplir seis años, enfermó de poliomielitis. Los esmerados cuidados se intensificaron. Le recomendaron hacer mucho ejercicio. Guillermo le compró una bicicleta y la instó a practicar otros deportes para fortalecerse. Lograron que volviese a caminar pero no pudieron evitar que una pierna fuese más delgada que la otra, ni que la ignorancia alentara a otros niños a aguijonearla con despiadadas burlas al verla pasar: ‘Frida, pata de palo, Frida, pata de palo’.


Se volvió más introvertida. En sus momentos de soledad echaba vaho sobre la vidriera de la ventana y dibujaba una puerta que imaginariamente atravesaba, encontrándose con una réplica de sí misma, aparecía otra Frida más animosa, valiente y alegre, que la comprendía y consolaba. La dedicación, persistencia y ternura de su padre contribuyeron a dotarla de la confianza necesaria. Cuando visitaban los parques se dedicaba a coger insectos o plantas exóticas cercanas a la orilla del río para observarlos en el microscopio de su casa, mientras, Guillermo pintaba sus acuarelas. La curiosidad dirigía sus pasos al estudio fotográfico de su padre donde pasaba horas junto a él. Fascinada por aquel arte aprendió a manejar los pinceles, la cámara, a revelar fotografías e incluso le ayudaba a retocarlas. Sin saberlo sentaba la base para el futuro desarrollo de la artista que llevaba en su interior.

Un ambicioso proyecto educativo comenzó a llevarse a cabo con la llegada de Vasconcelos al gobierno. Frida ya era una adolescente de espíritu inquieto que había desarrollado una belleza singular y se alejaba del patrón que su madre mantenía, comportarse en público de forma recatada, asistir a los oficios, confesarse y realizar trabajos manuales en grupo. Otras madres burguesas comentaban cuando pasaba pedaleando en su bicicleta: ¡Ahí va esa niña fea! Ella tenía otras aspiraciones, simpatizaba con las teorías marxistas y quería estudiar medicina. Su padre la matriculó en la Escuela Nacional Preparatoria. Aprobó un exigente examen y pasó a ser una de las 35 chicas entre los 2.000 muchachos que asistían a la Preparatoria. Formó parte de un grupo de jóvenes revoltosos e irreverentes que se liberaban de toda autoridad, llamados Los “cachuchas” debido a las gorras que usaban. Los profesores que ellos consideraban incompetentes en sus materias se convirtieron en sus víctimas preferidas. Alejandro Gómez Arias lideraba el grupo, se trataba de un joven brillante de aspecto seductor que se hizo novio de Frida.

El famoso pintor mexicano Diego Rivera iba a pintar un mural en la pared del auditorio de su escuela junto a Orozco y Siqueiros, que titularían La creación, encargado por el ministro Vasconcelos. La expectación era máxima.

“El famoso pintor mexicano Diego Rivera iba a pintar un mural en la pared del auditorio de su escuela junto a Orozco y Siqueiros, que titularían La creación,”

Una compañera de Frida cuando vio aparecer a Rivera, un hombre de una altura considerable, de excesiva corpulencia, calzando sus enormes pies en unos gruesos zapatones, vestido con una ropa deslucida, asomando bajo el sombrero texano de anchas alas unos ojos saltones, colgando del raído pantalón una pistola y unas cartucheras, llegó a exclamar entre una mezcla de asombro y decepción: ¿Ese es Diego Rivera? Puede que sea el mejor pintor mexicano pero es un panzón sucio y feísimo. En cambio Frida le pidió permiso para estar presente mientras pintaba el mural. Permaneció sentada durante horas observando el trazo de sus pinceles bajo la atenta y desconfiada mirada de Lupe, la segunda mujer del artista.

“La creación” por Diego Rivera

 

 

 


El 17 de septiembre de 1.925 era un día desapacible, lluvioso. Alejandro y Frida viajaban en un autobús conducido temerariamente por un hombre joven, los pasajeros enojados le recriminaron pero ya era demasiado tarde para evitarlo, aterrados vieron cómo un tranvía se abalanzaba sobre el vehículo derribándolo y haciéndolo volcar sobre sí mismo. El brutal impacto lanzó a Alejandro debajo del tranvía, saliendo milagrosamente ileso. Una barra de metal que hacía de pasamanos se desprendió y se incrustó como una espada en la pelvis de Frida produciéndole múltiples lesiones. Alguien con deseos de ayudar la cogió en brazos y la depositó en la barra de un café cercano, apoyó con fuerza sobre el vientre y tiró de la barra, la sirena de la ambulancia quedó amortiguada por el pavoroso grito que brotó de la garganta de la joven.

Frida pintando postrada en la cama

 Creció alegremente bajo la amorosa protección de sus hermanas mayores hasta que un día, cuando iba a cumplir seis años, enfermó de poliomielitis. Los esmerados cuidados se intensificaron. Le recomendaron hacer mucho ejercicio. Guillermo le compró una bicicleta y la instó a practicar otros deportes para fortalecerse. Lograron que volviese a caminar pero no pudieron evitar que una pierna fuese más delgada que la otra, ni que la ignorancia alentara a otros niños a aguijonearla con despiadadas burlas al verla pasar: ‘Frida, pata de palo, Frida, pata de palo’.

 

La historia parecía repetirse. Estuvo confinada en la cama durante nueve meses. Convencido del talento artístico que poseía, su padre le hizo una especie de atril, le llevó lienzos, pinturas, colocó un espejo en el baldaquino de la cama para facilitarle la visión y diciéndole: “Friducha, tienes una mano libre” la animó a pintar. Así fue como emergió el arte de Frida Khalo. En un ejemplo claro de fuerza y superación, mecida siempre por el amor de su familia, casi un año después, la incipiente artista comenzó a dar nuevamente sus primeros pasos.

Mañana podrán leer la segunda parte, NO TE LA PIERDAS.

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