EL DIVÁN DE MI VECINA. El ANONIMATO DEL DOLOR

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Cuando le conté a mi vecina el milagro que había experimentado en primera persona tras mi visita de la semana pasada a otra vecina, sentí que por primera vez estábamos compartiendo un mismo sentimiento sincero pues le vi alumbrar por su lagrimal una corriente de lágrimas que me hizo ver en ella su buen sentir hacia a mí, a pesar de nuestras “controversias” ideológicas. Pero tuvo que surgir, como siempre, lo imprevisto, para que, como era habitual entre los dos, explotase la batalla de periodicidad semana que solemos mantener.

Desgraciadamente, siempre tiene que surgir algún tema que por su trascendencia surja el debate social, puesto que, cuando algo se sale de lo normal, es lógico que todos nos preguntemos sus motivos, causas y efectos, independientemente de la unión ciudadana frente aquello que pueda perturbar nuestra zona de confort social, y por el sentimiento que nos une en relación a las inocentes víctimas que, como en nuestro caso, han perdido su vida o han resultado heridas en los últimos atentados yihadistas perpetrados en Barcelona y en Cambrils hace poco más de una semana.

Sí, éste, dolorosamente, ha si el motivo de la nueva confrontación entre mi vecina y yo,  haciendo que se desvirtuaran los efectos del milagro al que me he referido al principio, habiéndome devuelto a lo terrenal las inevitables flaquezas y/o pecados capitales del ser humano, entre ellos la soberbia de querer superar en razón a nuestro adversario con el carácter de verdad absoluta.

La chispa que hizo que surgiese el desencuentro fue la pitada al rey y a Rajoy en la asistencia a la manifestación del pasado sábado en Barcelona, en mi opinión merecida, independientemente del dolor o sufrimiento al que me he referido anteriormente, puesto que, actos multitudinarios de unión fraternal de los ciudadanos no pueden, ni deben, capitalizarse ni ideológica, ni políticamente. Nadie, salvo los propios ciudadanos deben ir a la cabeza de este tipo de manifestaciones. Nadie, absolutamente nadie, nos debe representar frente a un dolor que, aunque generalizado, es algo que pertenece a lo más interior de la persona, lo que suele denominarse como su fuero interno. Y esto también lo hago extensible a las autoridades catalanas que estuvieron presentes.

“actos multitudinarios de unión fraternal de los ciudadanos no pueden, ni deben, capitalizarse ni ideológica, ni políticamente”



Intolerable, absolutamente intolerable lo de los independentistas en Barcelona, que han convertido la manifestación por los atentados en un acto de político en pro de la separación de España”…. Se hizo el silencio, pues tal afirmación en cierto modo produjo en mi un cierto desasosiego debido a que la respuesta que asomaba en mi cabeza no quería que se convirtiese en una manifestación en contra de la unión frente al terrorismo, sea del carácter que sea. Así pues, intentando adornar algo que sólo era un embrión en la comunicación verbal, le conteste: “vecina, ¿sólo fueron los independentistas lo que silbaron al rey y al presidente del gobierno, o fue una manifestación del sentir minoritario ante un sistema que, como el nuestro, fabrica armas para gobiernos que financian al yihadismo?…. “Que barbaridad estas diciendo vecino”, sentenció ella.

Ahora se yo que pensar es de bárbaros, pero sobre todo el hecho que,  decir algo que es real sea calificado de barbaridad. ¿Por qué? y ¿para quién, es una barbaridad?. Al parecer más de los que me pensaba son iguales que mi vecina, pues no fue la única en recriminarme lo dicho; pero también siento que yo no estoy solo. Y si por decir que ya es hora que los políticos y el rey se mezclen entre los ciudadanos cuando se trata de una manifestación de dolor y repulsa hacia el terrorismo, cuyas connotaciones religiosas, en nuestro caso, no dejan de ser una tapadera de otros intereses más perversos de lucha por el poder, no siendo siervos de su Dios los terroristas -que escribo con mayúsculas por respeto a tal deidad-, sino del capitalismo por participar en un mercado de ventas de armas que otros, a pesar de darse con el puño en el pecho, fomentan.

A todo lo que dije mi vecina, por supuesto, hizo oídos sordos, como seguro lo harán muchos que leen estas palabras, pensando que sólo los radicales, perroflautas o no piensan como yo, pero no está mal porque por lo menos, como he dicho antes no estoy sólo en pensar que la “pitada” hacia el rey y Rajoy no lo fue por su oposición a la independencia de Cataluña, sino por la rentabilidad que sacan de tales actos. No obstante, antes de irse mi vecina me preguntó “¿dónde dejas la unidad por las víctimas?“. Mi respuesta en este caso fue inmediata: “en el corazón de cada uno de los que estaban en la manifestación de forma anónima y en los que sin asistir a ella por la razón que fuese, condenamos con toda energía este tipo de actos uniéndonos al dolor de los familiares y amigos de las víctimas y de los propios heridos“.

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