EL QUIJOTE DERROTADO

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imagen de Ángela Zapatero

A raíz de la información reciente sobre las intenciones del gobierno de llevar adelante la unificación y privatización parcial de Bankia y BMN, está claro que el rescate de las cajas de ahorros no era una cuestión patriótica y de salvaguarda de nuestro sistema financiero, sino la ejecución del penúltimo escalón del proyecto para el descuartizamiento de nuestra economía y su entrega en bandeja de plata al capital exterior.

Como sucedió en los 80 y 90, donde los gobiernos de PSOE y PP liquidaron todas las empresas y monopolios públicos que les fue posible, rentables o no, para venderlos a precio de ganga a nuestros competidores europeos y norteamericanos, los “nuevos” gobernantes de todo signo se afanan en obedecer sumisamente las recetas del FMI, portavoz de los intereses económicos globales de EEUU, el BCE, homólogo del anterior en cuanto a los interese alemanes, y los más “reputados” economistas patrios, que han decidido que España no tiene derecho a manejar una banca pública al servicio de los intereses nacionales, como sí tienen países tan poco bolivarianos como Alemania o EEUU.

Si en los 80 y 90 se justificó la venta de nuestro patrimonio económico en la baja rentabilidad de ciertas empresas y los criterios de convergencia con Maastrich (una convergencia falsa, pues supuso entregar sectores enteros de nuestra economía a los países del norte de Europa, para quedarnos como un país “de servicios” para el señoreo de las burguesías protestantes y luteranas), en las dos primeras décadas de este milenio asistimos a un avance sin precedentes en el control de activos por parte de los capitales extranjeros más agresivos. Si en Maastrich se decretó que España tendría cuotas de producción agrícola, ganadera, lechera y pesquera, no fue por interés nacional, sino para que Francia no tuviera competencia real en su pedazo del botín europeísta. Si vendimos SEAT (por una peseta, una prueba más del grado de sumisión al que estamos sometidos), Santana y Pegaso, no fue por decisión soberana e independiente, sino por órdenes del Kaiser de turno, que se aseguraba así la preeminencia de la industria alemana sobre el resto de Europa, y apuntalaba su reunificación con el horizonte del alto valor añadido del sector industrial. A nuestro país se le dejó controlar su sistema financiero y las industrias energéticas, además de otras parcelas menores de los monopolios públicos históricos, un bocado que a nuestra raquítica y decadente burguesía le pareció suficiente para entregarnos a los intereses exteriores, y que van cayendo como fruta madura en manos de los señores del capital exterior, público o privado.

El sector financiero está, según datos de la CNMV, en manos del capital extranjero, con paquetes mayoritarios de origen estadounidense, sobre todo, pero también alemanes, holandeses, chinos o persas. La banca española ya no lo es, la cantidad de acciones en manos de los “inversores” extranjeros lo refleja de manera objetiva; no es una simple opinión, sino un hecho objetivo y medible, que determina la política de esas entidades en base a los legítimos derechos de sus propietarios.

Ahora es la banca pública la que está en su punto de mira. Tanto si son bancos extranjeros como nacionales los que adquieren los paquetes de acciones de esas entidades, será el capital extranjero el que pase a controlarlos. Como digo, es un hecho, no una opinión. Así es que la decisión de privatizar nuestras antiguas cajas no es una decisión, sino una imposición. Y quienes tienen el poder de imponer son los mismos que en su día nos extorsionaron para entrar en el Euro, los que nos cuentan las noticias y los que nos venden el 90% de lo que consumimos, incluidas la luz, el gas y el agua.

“Ahora es la banca pública la que está en su punto de mira. Tanto si son bancos extranjeros como nacionales los que adquieren los paquetes de acciones de esas entidades, será el capital extranjero el que pase a controlarlos. Como digo, es un hecho, no una opinión”

Alemania o EEUU pueden tener banco central y banca pública propia. España no. España entregó sus armas en los 90 y ahora no tiene herramientas con qué defenderse de la invasión imperial. Somos un pelele en manos del hegemonismo.

Y, para colmo, la imparable financiarización de la economía mundial, unida a la concentración monopolista del sistema financiero en un puñado de gigantescas corporaciones, más poderosas y con más recursos que algunos países desarrollados, es un peligro potencial para la democracia, la libertad y los derechos humanos fundamentales, además de suponer, en la práctica, un dogal irresistible para las potencias de tercera como España.

Todo esto me trae a la mente la imagen patética de un Quijote derrotado, malvendiendo su armadura y escudo para comerse unas migajas de pan duro, mientras no acierta a ver qué le ha pasado.

Nos han despojado de todas las armas económicas para defendernos, nos han hecho renunciar, con el beneplácito de nuestra decadente clase política, a todas las barreras políticas para detener la invasión del capital monopolista, y nos quieren arrancar de las manos la parte de nuestro sistema financiero que todavía no poseen. Nos quieren rendidos, dependientes y sumisos, mendigando por comida a cambio de nuestras últimas posesiones.

 

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