TIEMPOS MODERNOS

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Una de las claves del proceso democrático es el hecho de poder elegir en libertad, a traves de las urnas, a los que deben representarnos en las distintas instituciones.

A partir de aquí se inicia la acción política propiamente entendida como tal: la gobernanza, y esta puede ser a través de una mayoría absoluta o, si esta no se da, mediante pactos o alianzas.

Se define la gobernanza como  ”El arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía. Por lo tanto, esta gobernanza habrá de tener en cuenta la armonía necesaria con el pueblo.

Si analizamos los resultados electorales comprobaremos que el pueblo votó el 20D, en un porcentaje importante y por primera vez,  en función de la necesidad de cambio en la acción política de los partidos al uso. Es decir había que cambiar lo establecido para regenerar las instituciones y para llevar a buen termino esta regeneración se necesitan lideres, que como señala Sun Tzu, “avancen sin codiciar la fama y se retiren sin temor a la deshonra, cuyo único pensamiento sea proteger a su país y hacer un buen servicio a su soberano”, en este caso que nos ocupa su soberano es el pueblo. Aunque Sun Tzu lo aplica al arte de la guerra, también tendría encaje esta reflexión para el arte del buen gobierno.

De momento los lideres de los  nuevos partidos, a priori, cumplen estos requisitos de honestidad, transparencia y solidaridad con las clases mas desprotegidas, al menos en su doctrina ocupan un lugar preferente y su argumentarlo durante todo este periodo ha girado en torno a presentarse como la regeneración de una política cuyos lideres habían vulnerado estos principios, que tan bien había definido Aristóteles, estableciendo que:  “si el fin del gobierno es el interés general, la forma de gobierno será auténtica; cuando es el interés particular de los gobernantes, la forma de gobierno estará alterada”.

Habrá que dialogar y a través de la palabra establecer alianzas y estos contratos entre afines, en unos casos, y en otros entre diferentes, vendrán marcados por coaliciones que, en ocasiones, podrían llegar a poner en riesgo la gobernanza.

Habrá que esperar pues para sacar conclusiones sobre la estabilidad que esas alianzas puedan proporcionar. La estrategia de los urdidores de estas alianzas deben planificarse en base a una serie de parámetros tales como, la asunción de la diferencia doctrinal entre los socios; doctrina que emana de ideologías diferenciadas, asimétricas en algunos casos, y que pueden hacer fracasar la política si se ponen como línea roja en la mesa de la gestión de los asuntos públicos.

Otro de los parámetros a tener en cuenta es la necesidad de respetar el liderazgo, un liderazgo que procede de otras orillas y donde los egos pueden absorber la sabiduría y la necesidad de una disciplina, sin la cual la acción de gobierno tiende a fracasar.

En esa frontera entre el interes general y el particular que sirvió a Aristóteles para establecer los márgenes diferenciales entre una forma de gobierno auténtica o una alterada, en ese escenario es en el que el pueblo espera que se interprete su voluntad de cambio y exige que la legitimidad, honorabilidad y transparencia se proyecten sin la interferencia de unas alianzas mal trenzadas.

“Esperemos, que a diferencia de la película de Chaplin, el ciudadano no acabe perdiendo la razón  ante la mecanización de los procedimientos democráticos.”

 

Tiempos de cambios, tiempos modernos. Esperemos, que a diferencia de la película de Chaplin, el ciudadano no acabe perdiendo la razón  ante la mecanización de los procedimientos democráticos.

La desesperación del ciudadano ante la falta de rigor en los planteamientos de las políticas al uso y la incoherencia ideológica de los “lideres antiguos” no puede conducir a los “nuevos” a perseguir la excelencia atendiendo mas a la eficacia que a la eficiencia. Atendiendo mas a la consecución de los objetivos partidistas sin reparar en el gasto democrático que ello puede acarrear.

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