ENTREVISTA A FERNANDO SÁNCHEZ TURRIÓN

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La importancia del mindfulness en nuestras vidas

 

 

Después de más de dos años al lado de este gran maestro de vida, he aprendido lo importante que es prestar atención a todo aquello que nos rodea, intentando disfrutar o hacernos amigos de nosotros mismos, de la vida, de cada instante, no me he resistido a descubrir quién es Fernando Sánchez Turrión y mostrarlo a quien tenga interés en la práctica del mindfulness.

Fernando Sánchez Turrión

 

 

Fernando nació en Bilbao en 1967. Inició sus estudios de Física en la Universidad del País Vasco en 1985. Se trasladó a Salamanca en 1987, donde finalmente se licenció en 1998 después de haber cursado también un año de Biología. Cuenta con un título de postgrado: Experto en lenguas y culturas de India e Irán.

Comenzó a practicar hatha yoga en 1991 y a impartir sus primeras clases en 1992, actividad en la que no ha cesado desde entonces. Obtuvo el título de profesor de yoga a través de la Asociación Internacional de Profesores de Yoga Sananda en 2006, año en el que comenzó a hacer una aproximación al mundo de la psicología por su propia cuenta, especialmente a la psicología transpersonal.

Practica meditación desde hace veinticinco años. Lo último: mindfulness, y en concreto MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction, Reducción del Estrés Basada en Mindfulness), MSC (Mindful Self-Compassion) y MBCT (Mindfulness Based Cognitive Therapy).

Es Trained Teacher del programa MSC y Teacher in Training del programa MBCT. Actualmente dirige Satya Mindfulness, Escuela de Mindfulness, Yoga y Compasión.

Ha publicado tres libros: Rugidos de almas (Mandala, 2007), Vibhuti, en lotos y cenizas (Dédalo, 2009) y Los discípulos del señor Pez, perfiles de un yoga imaginario(autoedición, 2011).

Sentados en una terraza de una conocida cafetería de Salamanca, me siento con Fernando e iniciamos esta interesante entrevista de este experimentado profesor de mindfulness.

Por todas partes se habla del mindfulness, pero ¿de qué se trata?

Así es, es algo que se escucha cada vez en más círculos, pero que quizá no se logra comprender bien del todo. Históricamente el término mindfulness fue acuñado por el estudioso de la lengua pali T. W. Rhys Davids, una lengua emparentada con el sánscrito que se hablaba en la India antigua, hacia finales del siglo XIX. El término hace referencia al manejo y uso que se le puede dar a la atención según la meditación budista. De hecho, el séptimo paso del camino budista es la recta atención, sati. Este término, sati, es el que habitualmente traducimos por mindfulness. En castellano nos referimos a él como atención o conciencia plena.

¿Es cuestión entonces simplemente de estar atento?

Eso es sólo una parte; de hecho, una parte muy pequeña. Ante todo mindfulness hace referencia a una forma muy concreta de experimentar las cosas. Podríamos decir que mindfulness es experiencia atenta, experiencia en primera persona. Resaltamos esta cualidad de primera persona que tiene la experiencia. Esto quiere decir que no es lo mismo hablar de mindfulness que experimentar el estado de mindfulness. Lo podemos comparar al sabor de una manzana, por ejemplo. Para conocer cuál es el sabor de la manzana tienes que probar la manzana. Ninguna explicación, por muchas palabras que tenga, puede sustituir al sabor de la manzana. Mindfulness es el sabor de esta experiencia en primera persona cuando uno comienza a estar atento a lo que está pasando momento a momento.

¿Deduzco entonces que no es una idea tan moderna como podemos pensar?

Digamos que las prácticas de mindfulness son técnicas antiguas vestidas con ropajes modernos. Hay que tener en cuenta que este tipo de meditación se ha practicado durante siglos, siempre en el contexto de ciertas tradiciones contemplativas, no sólo en el marco del budismo. El mindfulness, tal como lo entendemos hoy día, también bebe de otras tradiciones y de otras prácticas, como el yoga, por ejemplo.

¿Es entonces un tipo de meditación?

Podríamos decir que sí, pero con algunos matices. En esencia, como he comentado, muchas de las técnicas de mindfulness se basan o están inspiradas en antiguas prácticas contemplativas. Sin embargo, estas prácticas se realizan fuera del contexto de las tradiciones de las que proceden. Nos hemos quedado con las herramientas después de haberlas sacado del contexto, en muchos casos dogmático y metafísico, de estas tradiciones. Y esto, en mi opinión, es un gran avance, ya que nos permite acercar estas técnicas tan valiosas a toda la población, sin necesidad de pertenecer a una determinada escuela o dogma, y sin tener que dar por sentados determinados presupuestos metafísicos. Claro que esto también tiene sus riesgos, como la comercialización excesiva del mindfulness o la falta de ética en su aplicación, algo que ya se está denunciando en algunos círculos.

Por tanto, nos quedamos con la fenomenología, con la experiencia en primera persona que comentábamos antes, ya que eso es a ciencia cierta algo de lo que sí podemos dar cuenta en todo momento.

 

¿Y cómo se produjo este proceso de descontextualización? ¿Cómo surgió la idea en el mundo moderno?

Aquí tenemos que hablar del artífice de lo que hoy conocemos como mindfulness, de Jon Kabat-Zinn, profesor emérito de medicina de la Universidad de Massachusetts. Él era un gran entusiasta del yoga y del budismo y eso le llevó a aplicar estas técnicas a personas con dolor crónico en la década de los 70. Fundó la Clínica de Reducción de Estrés en dicha universidad. En concreto, creó un protocolo, un programa estructurado de 8 sesiones, un día a la semana, que incluía todas estas técnicas y los resultados fueron francamente positivos. Es lo que se llamó programa de Reducción de Estrés Basado en Mindfulness, o MBSR por sus siglas en inglés, que está funcionando perfectamente en todo el mundo desde 1979, siendo uno de los protocolos de mindfulness sobre los que más investigación se ha realizado.

Tengo entendido que estas prácticas son útiles para muchos otros problemas.

Ésa ha sido una de las consecuencias del éxito de este programa pionero, aunque no me gustaría referirme a los avances en mindfulness en términos únicamente utilitarios. Es cierto que ha habido una gran explosión de estas técnicas debido a sus beneficios para regular el estrés, las emociones, la ansiedad, el estado de ánimo; de hecho, se han creado muchos otros programas que se basan en el MBSR para trastornos específicos. Tenemos que dar un voto de confianza a toda la investigación que se está realizando, y que ha crecido exponencialmente en las últimas tres décadas. Por ejemplo, tenemos el programa MBCT (Mindfulness-based Cognitive Therapy), desarrollado por los Drs. Williams, Teasdale y Segal, que ha demostrado ser tremendamente útil para la prevención de recaídas en depresión, con una eficacia similar a la de la medicación antidepresiva. Tenemos otros programas también muy útiles para personas con adicciones, etc.

Todo esto es fantástico, y la investigación sigue creciendo, pero me gustaría resaltar que lo que buscamos con la práctica de mindfulness es algo que va mucho más allá de la reducción de unos pocos síntomas.

¿De qué se trata entonces?

Yo diría que se trata de un cambio de perspectiva, de una forma diferente de ver las cosas y, en definitiva, de una forma diferente de vivir y de ser. En mis clases muchas veces digo que se trata de crear espacio, pero no un espacio físico-literal, obviamente es una metáfora, sino un espacio de consciencia, una perspectiva interna desde la que uno tiene una mayor libertad de acción. En este lugar uno deja de ser un autómata, uno deja de reaccionar de forma compulsiva, uno deja de ser una marioneta de las circunstancias, para pasar a responder de forma creativa y sabia a los estímulos, también a las situaciones difíciles. En cierta forma uno pasa a tener cierta libertad de elección. Ante un enfado o en una fuerte discusión con alguien, por ejemplo, ya no eres presa fácil de las emociones, de la frustración, de la ira, de la rabia. No es que no las sientas o no las vayas a tener. Más bien dejas de identificarte tanto con ellas, las ves venir, te haces amigo de ellas, surfeas la ola emocional en lugar de sucumbir automáticamente. En dos palabras, pasas de ser víctima a ser un aprendiz de la vida. Y todo ello aderezado con un toque de benevolencia, de buena voluntad, que te hace ver las cosas desde tu lado más amable. Sonríes ante la dificultad en lugar de apretar los dientes. Pero, claro, todo esto requiere cierto entrenamiento. Volvemos así a la práctica.

¿Se puede uno entrenar para ser amable?

Sin ninguna duda. Al igual que la atención, que es la base del mindfulness, esta amabilidad, bondad y generosidad naturales se pueden entrenar. De hecho, todas estas cualidades son la base de la compasión, un elemento también muy importante en el camino budista. En realidad estos dos términos se complementan, mindfulness y compasión, y según todos los expertos no puede haber un entrenamiento verdadero en mindfulness si falta la compasión. Tradicionalmente decimos que son las dos alas del pájaro de la sabiduría. Entendemos la compasión como el deseo natural de que todos los seres estén libres de sufrimiento y la motivación por aliviarlo. Hay por tanto aquí un componente activo muy claro. Y esto también nos lo podemos aplicar a nosotros mismos, podemos aplicarnos esta compasión así entendida cuando sufrimos. Esto es lo que ha tratado de estudiar la investigadora pionera Kristin Neff: cómo es esta experiencia “autocompasiva”, cómo se puede cultivar esta cualidad y qué consecuencias tiene para el individuo. Como era de esperar, la investigación ha venido a ratificar algo parecido a lo que ya hemos encontrado con mindfulness, una mejoría en el bienestar general, mayor satisfacción vital y mayor conexión social, entre muchas otras cosas. Además, Kristin Neff ha creado junto al psicólogo clínico Chris Germer el protocolo MSC (Mindful Self-Compassion), basado en el MBSR, para cultivar la habilidad de la autocompasión con muy buenos resultados. Nosotros lo estamos aplicando en Salamanca desde hace tres años.  

Hablábamos antes de comercialización. ¿No se tratará tan sólo de una moda pasajera?

En gran parte es una moda. Pero ¿qué no fue en su día una moda? Miremos donde miremos, todo empezó así en algún momento. Algunas cosas se quedaron, otras no. Es cierto que en el mundo del mindfulness estamos viviendo una gran explosión de programas, de protocolos, de posibles aplicaciones. Es seguro también que no es un remedio para todo o una varita mágica que nos va a resolver la vida. En mi opinión, en muchas ocasiones se sobredimensionan sus efectos, pero es muy posible que en un futuro cercano seamos capaces de separar la paja del grano, aunque ahora haya mucha paja. Tenemos que alentar a las personas que se acercan al mindfulness a que disciernan lo que realmente vale de lo que no. Por todo ello me parece fundamental que las personas que imparten estos programas tengan una buena formación. 

Este me parce un punto importante. ¿Cómo puede saber una persona que se apunta a un curso de mindfulness si éste es de verdad?

Conviene saber quién es el profesor, saber cuál es su formación. Existen protocolos oficiales estandarizados, entre los que están los que ya hemos mencionado antes: MBSR, MBCT, MSC. Hay muchos otros. Pienso que estas formaciones son un aval que garantiza que uno va a ponerse en buenas manos. Recientemente se ha creado la Red Española de Programas Estandarizados de Mindfulness (redprogramasmindfulness.org), en parte con esta finalidad. Por tanto se están dando pasos en esa dirección. Yo personalmente abogo por una profesionalización de la enseñanza del mindfulness. Hay que hacer entender a la gente que no vale cualquier cosa.

¿Pueden ser los psicólogos profesores de mindfulness?

Pueden serlo si tienen una formación en mindfulness, al igual que cualquier otra persona que tenga una formación en mindfulness, salvo para formaciones específicas que se vayan a aplicar a una población clínica. En estos casos si será necesario contar con un profesional con determinado perfil. De hecho, en mi opinión, en muchas ocasiones es mejor no ser psicólogo para trabajar con mindfulness, o quitarse el gorro de psicólogo si uno lo es. Y todo por la sencilla razón de que, como profesionales, no estamos ahí para arreglarle la vida a nadie. Eso ya no sería mindfulness, sino terapia. No somos terapeutas, el mindfulness no es una terapia. Llámalo si quieres intervención psicoeducativa, que es lo que se suele decir ahora. Simplemente estamos tratando de estar al lado seres humanos como nosotros para mostrarles un camino, unas herramientas para que ellos por sí mismos realicen la transformación que necesitan o sean capaces de ver lo que tengan que ver.

Tal vez exista el riesgo de que la psicología se apropie del mindfulness, en parte creo que ya lo ha hecho, pero no necesitamos eso. El mindfulness, la meditación, si se quiere entender así, ha sido patrimonio de las tradiciones contemplativas durante siglos y ahora se acaba de emancipar de ellas para convertirse en una disciplina independiente. Lo único que necesitamos entender es que algo tan básico y elemental como la atención y la amabilidad son cualidades humanas universales que se pueden cultivar en cualquier circunstancia y en cualquier entorno.

Algunos yoguis y profesores de yoga afirman que el mindfulness es una meditación descafeinada.

Es posible. Yo también afirmo que probablemente la mayor parte del yoga que se enseña hoy día en occidente no es más que fitness o algún tipo de gimnasia. Creo que existe ese prejuicio hacia el mindfulness por parte de algunos profesores de yoga, pero no es más que desconocimiento. Yo simplemente les diría que en los programas de mindfulness enseñamos procedimientos y aplicamos consignas y protocolos que ni siquiera remotamente se enseñan en la formación tradicional de la meditación del yoga o del budismo. Y es en estos métodos, protocolos y procedimientos donde está la novedad y el avance que hace que el mindfulness se desmarque de las disciplinas contemplativas tradicionales. En parte, creo, es una cuestión sobre cuál es nuestro criterio de autoridad, pero eso es ya otra historia.

Nunca será tarde para inventar un mindfulness para yoguis.

 

Para terminar, ¿para quién, por tanto, puede ser recomendable el mindfulness?

Básicamente para todo el mundo, en especial si lo que uno quiere es iniciar un camino de autoconocimiento. Todos aquellos que aspiran a una vida relajada tienen en esta práctica una buena oportunidad para empezar. Si sufres de una u otra forma, como todo ser humano, la práctica de la atención plena te puede ser de gran ayuda. Si quieres estar en conexión con la vida y darle sentido a tu paso por el mundo, el mindfulness es una puerta maravillosa.

Desde aquí me atrevo a afirmar que la práctica del mindfulness, y de la meditación bien entendida en general, puede suponer un paso evolutivo para la espacie. Estamos dando esos pequeños pasos hacia una forma diferente de ser, hacia una forma diferente de reaccionar, una forma que a veces puede parecer completamente anti-intuitiva, pero ahí está la gracia y el valor de estas enseñanzas.

Y ahora que estamos celebrando los 50 años del alunizaje, de ese “pequeño paso para un hombre…”, pienso que eso no es nada en comparación con los millones de pasos que ya hemos dado las miríadas de meditadores anónimos de todos los tiempos con el simple gesto de sentarnos sobre nuestros cojines, sillas y bancos de meditación, meditadores pasados, presentes y futuros. En mi opinión esta es la verdadera re-evolución.   

 

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