EL PODER DEL SER HUMANO

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¿Quién de pequeño no ha soñado con los super-héroes?, ¿Quién de pequeño no se ha visto con la capa de superman o superwoman salvando el mundo de los más atroces ataques de seres sin alma, sin piedad, sin piedad y corazón que sólo persiguen la destrucción o el poder a cualquier precio?.

No nos damos cuenta que el peor enemigo del ser humano es el propio ser humano, nuestro mal aprendizaje, nuestros errores, nuestras frustraciones hacen que perdamos la fuerza interior que tenemos. Es tan amplio el poder que obra en nosotros, son tan grandes nuestras fuerzas internas que bien administradas pueden lograr que alcancemos metas que nos parecen inalcanzables.

 

Pero no todos los logros dignifican al ser humano, sino sólo aquellos que tienen su base en la nobleza y en fuerza de nuestro coraje guiada por la razón y la disposición habitual para hacer el bien, que no es otra cosa que la potenciación de nuestras virtudes. Sino es así, sólo dispondremos de una fuerza bruta amparadas en la ignorancia y en la miseria, abocadando al fracaso nuestros proyectos porque aunque alcancemos la meta autoimpuesta no nos harán dignos.

Cuando una persona no es digna no merece el respeto de los demás, tan sólo en los más indulgentes la compasión por desperdiciar su potencial  interno y estar perdido en un frágil mundo que sólo responde  a ese  egoísmo personal que hace de su Dios el dinero y la apariencia social.

Sino somos capaces que nuestros nobles ideales gobiernen nuestras acciones, lo único que lograremos es que los demás no nos valoren como personas, tan sólo, a lo sumo, obtener el temor reverencial de aquellos subordinados a su tiranía.

 Una fuerza incontenida lo único que puede causar es la destrucción, sólo la fuerza interna bien encauzada construye y hará que nuestra construcción brille y sea admirada por los demás, como admiramos las pirámides y las bellas catedrales construidas por expertas manos en tallar la piedra.

La razón y la justicia deben convertirse en las madres de nuestros actos. La razón como la habilidad en virtud de la cual el ser humano no sólo logra reconocer conceptos, sino también cuestionarlos, y que hace que nos diferenciemos de otras especies animales, dependiendo esta razón de  nuestra sabiduría que, no es otra cosa que el conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia, conduciéndonos a ser sensatos y prudentes, pero, sobre todo, a acertar, o al menos, que nuestros juicios sean tenidos en cuenta por los demás. Y la justicia como norma de convivencia que limite aquellas acciones indignas. Si no respetamos el hecho de nuestra existencia como personas individuales, entonces crearemos desorden en el mundo humano.

El ser humano debe ser bueno, no en un sentido religioso, ni porque haya un Ser Supremo que nos castigue el día del Juicio Final, lo cual dependerá de las creencias de cada persona, sino porque la bondad es el único camino que hace al ser humano grande y digno, mereciendo el respeto de los demás, pero más aún el respeto a uno mismo porque no dejamos de ser parte de una construcción infinita y perfecta que es el universo.

Sólo una persona que se tiene respeto a si misma podrá infundir respeto en los demás, por eso no nos deben disturbar quienes guiados por el egoísmo parecen tener más suerte en la vida, porque la suerte que han alcanzado, si se puede llamar así no es más que un edificio hueco construido sobre arenas movedizas.

Si anhelamos cambiar el mundo lo podemos hacer, empezando por cambiar nosotros mismos.

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