EL TELÉFONO DE PRIMO LEVI

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En 1958, a punto de cumplir cuarenta años de edad, el químico turinés Primo Levi publicó ‘Si esto es un hombre’, un libro que habría de tener una gran resonancia y en donde explicaba su experiencia de un año internado en Auschwitz. Se trata del testimonio de un hombre que ni se jactaba de ser judío, ni se avergonzaba de serlo. Un judío no sionista, que no era creyente pero que era consciente de su instalación en una tradición y una cultura. Sin embargo, él se sentía más italiano que judío; más aún, él se sentía huésped de la Naturaleza, pues ‘la patria no es lo primero’.

 

El éxito de aquel primer libro suyo giró alrededor de su punto de vista, “sólo hablo de lo que vi con mis ojos”. Primo Levi, miembro del Partido Comunista de Italia, deploraba sentirse uno más, perder su individualidad en una masa, por vejada que ésta fuera. No idealizaba a su conjunto. “No había nada de noble en los hundidos de Auschwitz –-declararía–. Nunca habrían cedido parte de su ración a otros. El tejido de las relaciones humanas estaba completamente destruido”. Así puede entenderse que, desde su insobornable ecuanimidad y distinguiendo perfectamente a las víctimas de los verdugos, afirmara que es “un error estúpido ver a todos los demonios en una parte y a todos los santos en la otra”. Cabe decir que a partir de cierto momento, Levi consideraba el estado de Israel como “un error en términos históricos” y que prefiriera que el centro de gravedad del judaísmo estuviese fuera de Israel: “Diría que lo mejor de la cultura judía está unido al hecho de estar dispersa, de ser policéntrica”.

Primo Levi dejó de ejercer como químico en 1975. Decía que al escribir había dejado de desempeñar el papel de superviviente, “pero lo sigo siendo”. Si decía que le complacía mucho que sus libros ayudasen a alguien, también afirmaba que le gustaría que le ayudasen a él. Su manera de hacer vacaciones, declaró, era escribir. La razón no puede tomar vacaciones, y él quería divertirse escribiendo, y divertir a sus futuros lectores. Por eso, confesaría, “el libro escrito tiene que ser un teléfono que funcione”. ‘¿Qué te parece, Sylvia?’. Pero ella permanece callada, casi inexpresiva a mi provocación. Por cierto, Levi declaró que las huelgas estudiantiles le parecían autodestructivas, originaban gente mal preparada.

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