LA VIDA SIGUE IGUAL

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Repasando los artículos escritos en fechas semejantes de años anteriores me he encontrado uno titulado “Por Ambos lados” del año 2015 que comenta los resultados de las elecciones que entonces se llevaron a efecto.

© Ángela Zapatero – plazabierta.com

 

Lo confieso, me ha costado resistirme a incurrir en la práctica del corta y pega y publicar exactamente el mismo artículo cambiando algunos nombres, de personas y de partidos, en la sección de actualidad.

Han pasado cuatro años, cuatro, y como si hubieran pasado cuatro días. Todo sigue igual. Tan sospechosamente igual que hay un montón de variaciones que no afectan al fondo del asunto. Porque,  me digo yo, si lo único que cambia no es lo relevante, ¿no será que alguien se dedica a cambiar lo que no importa para evitar cambiar lo que sí importa?

Decía el artículo:

“Por un lado no ha cambiado nada, todos los partidos se consideran ganadores según el criterio que les conviene, pero por otro lado todo ha cambiado con la irrupción de nuevas fuerzas políticas y la desaparición prácticamente total de algunos partidos.

Por un lado los ciudadanos han fragmentado su voto con la aparente intención de evitar la falta de control sobre el poder de la que hemos adolecido en los últimos tiempos en este país, pero por otro lado la necesidad de los partidos de “pillar cacho” los lleva a buscar desesperadamente alianzas que reproduzcan en mosaico el monolito.”

“Lo que en ningún caso parecen haber votado los ciudadanos es el mercadeo, el intercambio de cromos, el frentismo, la división, la mentira, el escamoteo de sus deseos, el espectáculo del triunfo universal, la persecución, la vuelta a la tortilla, que siempre exige otra vuelta más, y otra, y otra.

Por un lado el fracaso una vez más de una ley electoral que no garantiza más que la creación de perversiones, de nichos, de mafias de poder, por otro el deseo de una ley que permita la elección directa de representantes y expresar las diferentes sensibilidades de cada votante que no tienen que corresponderse con las de ningún partido concreto.

Por un lado, como cada vez, como siempre, la voluntad de los ciudadanos de formar una sociedad libre y plural, harmoniosa en convivencia y comprometida con su futuro, por otro, como cada vez, como siempre, la voluntad de los partidos de conseguir el poder a costa de lo que sea y eliminar toda pluralidad que atente contra su predominio y el inmoral, el infecto, el desmoralizador medraje de sus mediocres cuadros.”

Hasta aquí el corta y pega. Sí, estos párrafos, los entrecomillados, pertenecen a hace cuatro años. Y a hoy mismo. Y, si seguimos el mismo camino, a dentro de unos cuantos años, cuatro y más.

Oigo permanentemente la necesidad de cambiar la constitución, es ya una especie de mantra o latiguillo previo a cualquier debate político, pero, curiosamente, ninguno de los que lo menciona lo hace para solucionar los desaguisados que sí le preocupan al ciudadano de a pié.

Que si República o monarquía, que además es una falacia, porque visto el panorama político tendríamos que elegir entre monarquía republicana, la que tenemos, o república monárquica, la que se montara el partido de turno con su líder reyezuelo como Jefe del Estado. Virgencita, ¡que me quede como estoy!

Que si hay que cambiar el modelo territorial. ¿Otra vez? En palabras llanas, ¿Qué ventaja supondría para el ciudadano de a pié ese cambio? Claro, ninguna, solo cambiarían determinadas reglas de cómo repartir el poder y los impuestos, sin corregir desigualdades, sin corregir los fallos evidentes del actual, sin evitar que los ciudadanos de unos territorios sean privilegiados a cuenta de otros. Pues tampoco veo la necesidad acuciante.

Pero sobre la ley electoral, y el escamoteo permanente que un sistema partidocrático ejerce sobre el control electoral de los ciudadanos, nadie dice nada, y si alguno lo dice es porque cree que es lo que queremos oír. Sobre solucionar que se pague a 351 señores para que aprieten 351 botones que podrían pulsar tranquilamente 8 o 9 y nos ahorrábamos el bochorno de ver a durmientes, jugantes, diletantes y paseantes a los que pagamos por dormir, jugar, disparatar o pasear, sobre eso, nada. Sobre conseguir que todos y cada uno de los votos emitidos tenga el mismo peso electoral que los demás haciendo una circunscripción única, como en las europeas, nada de nada. Sobre poder votar directamente a quién me dé la gana, con nombres y apellidos, con la posibilidad, porque soy un picaflor, de votar al número cuatro de un partido y no a los tres primeros, y al dos de otro, porque me parece inteligente y necesario, en vez de tener que elegir a una ristra de desconocidos, que lo van a seguir siendo, desconocidos y ristra, después de cuatro años, nada de nada.

Sobre instaurar un sistema educativo único, no ideológico, duradero y eficaz, que incida en las humanidades, que forme en un saber histórico común y contrastado (un país no se puede permitir tener varias historias enfrentadas), que se preocupe de los valores sin detrimento de los conocimientos específicos de las distintas áreas, que ayude a conseguir ciudadanos íntegros, librepensadores y altamente cualificados, y no una especie de terapia ocupacional sin ánimo de molestar, formar o educar como existe actualmente, nada de nada de nada.

Sobre cómo conseguir un modelo eficaz, en gestión y en gestión de los tiempos, sobre las personas mayores y dependientes, cómo dotarlo para que algunos no reciban la ayuda después de muertos, para que no tengamos a diario que contemplar, en la calle y en las noticias, personas en desamparo y soledad culpable, culpable por parte de la sociedad y de quién dice administrarla, para que no tengamos que avergonzarnos de casos y cosas que cuando llegan a nuestro conocimiento llevan años de injusticia burocrática, para poder sentirnos orgullosos de que en nuestro entorno no hay nadie que tenga una necesidad, de las reales, no de las inventadas, que también hay, que no haya sido atendida correctamente y, sobre todo, a tiempo, se habla mucho y se hace poco.

Y podría seguir, con la ley, con la seguridad, con el sin vivir que día a día supone el abandono del ciudadano en aras de intereses superiores que en nada le interesan, cuando no le perjudican, con la economía, con el latrocinio de las grandes empresas con derechos sobre sectores básicos y de interés social, con la injusticia social, con el disparate laboral, con…

Y al final la vida sigue igual, que ya lo cantaba el cantor, o un poquito peor, porque lo que no mejora… empeora.

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