LOS FARFULLEROS DE LA POLÍTICA (1ª parte)

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Es una pena, además de una perdida de tiempo hablar de política con algunas personas. Todos somos conscientes que es un tema que levanta ampollas a ciertos individuos e individuas cuando no estás en la misma línea, convirtiéndose finalmente en un tema de agría discusión cuyo único fin es la defensa a ultranza de los “nuestros” masacrando al contrario. Y, es que, en este país nunca se habla de política con mayúsculas, es decir, dentro de un debate sosegado y objetivo, donde se pongan sobre la mesa los verdaderos problemas que afectan a los ciudadanos y las posibles soluciones y, aquí sí entraría, inevitablemente, el posicionamiento ideológico de cada uno para defender o condenar políticas según sus resultados.

 

Cuando se habla de política, con mayúsculas, significa estar por encima de ciertos comportamientos de desprecio a quien no piensa lo mismo, debiendo ser el objeto del debate la idea o posicionamiento ideológico y nunca el ataque a la persona que la defiende, siendo éste un comportamiento falaz al que una gran parte de los ciudadanos están acostumbrados siguiendo el ejemplo de los propios políticos cuyos debates suelen estar  cargados por descalificaciones personales al oponente.

Quienes recurren a estos tipos de debate, no son más que voceros de los partidos a los que mal defienden, personas con una merma intelectual considerable, además de unos mal educados o mal educadas que no son capaces de respetar a su interlocutor, solamente porque ven en él un enemigo ideológico, aspecto que, además,  les convierte en intolerantes a cualquier opinión, incluso cuando está pueda ser compatible o complementaria con la posición que defienden.

Quienes hacen de un debate político una causa personal demuestran que no son más que seres alineados, incapaces de pensar con objetividad, motivo por el cual no merecen ni la atención que les prestamos ni el tiempo que les dedicamos, dado que, de lo contrario, terminaremos actuando igual que ellos llevados por nuestro amor propio, avocándonos a discusiones viscerales donde la razón brilla por su ausencia.

Asimismo, hablar de política con mayúsculas significa ser capaz de hacer autocrítica, dado que, sólo así conseguiremos mejorar lo que defendemos, con la consciencia que nadie está en posición de una verdad absoluta, además de no pensar que tenemos enfrente a un enemigo, sino simplemente una persona que no piensa lo mismo y que merece el mismo respeto que exigimos para cada uno de nosotros.

Ninguna política es perfecta, como ningún partido político lo es, siendo por ello que el debate debe estar enfocado desde el libre pensamiento y no desde el fanatismo ideológico, si es que se puede hablar de ideologías cuando nos movemos en esa política de alineamiento partidista que desemboca en posiciones totalitarias.

En definitiva, hablar de política con mayúsculas es buscar posiciones de encuentro dentro de un amplio espectro político que beneficien a los ciudadanos, que hagan de nuestro país un país mejor, más prospero y más libre. Pero, para poder llegar a esto tendríamos que alcanzar una madurez democrática de la que desgraciadamente carece la sociedad española que sigue viendo al contrario como enemigo, dividiendo el país entre rojos y azules, entre explotados y explotadores, entre buenos y malos, sin ver que siempre hay posiciones intermedias, gamas de colores entre el rojo y el azul que son las que debemos poner en debate.

Así que, quien quiera hablar de política conmigo deberá ser de política con mayúsculas y no en un intercambio de ataques guiados por un fanatismo político rancio, sino es así que no cuenten conmigo porque estoy harto de perder el tiempo con enanos ideológicos y farfulleros de la política, sobre todo cuando el nivel de nuestros políticos no alcanza ni siquiera un aprobado, pero ese es otro tema del que ya hablaremos.

 

 

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