PEDRO SÁNCHEZ Y LA MUJER DEL CESAR

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¡Pues sí que empezamos bien! Como si fuera en una estación de ferrocarril, las elecciones han abierto vías, y las han cerrado. El resultado global obtenido por los partidos, y la complicación de otras inmediatas, han hecho que la composición del parlamento sea explosiva. Pero si la composición es explosiva, los actos a los que asistimos últimamente la hacen altamente inestable, como un cartucho de nitroglicerina sudado y agitado.

 

No hay nada que agite más los fantasmas de partidos y electores que unas elecciones. Bueno, sí, dos elecciones casi seguidas, como es el caso. Así que nadie ha podido dar descanso a las sombras de sospecha que se han agitado durante la campaña electoral, casi siempre de forma interesada y mayoritariamente de forma torticera.

Por eso, precisamente por eso, en un tiempo post electoral normal, los líderes estarían en este momento en fase de templar ánimos y configurando estrategias de cara a cuatro años de legislatura que quedan por delante. Pero no es así. No es el caso con otras elecciones apenas un mes después de las primeras. Los fantasmas se siguen agitando y ofreciendo susto o muerte a todos aquellos que les hacen hueco en su imaginario, flotando sus sábanas henchidas de miedos y mentiras ante todos aquellos que les dan pábulo y les prestan atención.

Se podría pensar que en tiempos tan revueltos todos aquellos que tienen muertos, y fantasmas, en el armario pondrían especial atención en mantenerlos encerrados, pero resulta que no es así. Haberlos haylos que no solo no los mantienen encerrados, si no que gustan de sacarlos a pasear o, simplemente, se olvidan de que existen y dejan que las puertas de su armario se muevan y los dejen a la vista de todos.

En esto parecen especialistas un par de electos a los que parece no afectarles para nada la opinión pública, o que consideran que sus actos son tan puros, o desinteresados, que nada de lo que hagan les puede ser reprochado.

Y si hay especialistas en la creación de fantasmas ajenos, que los hay, y en todos los partidos, también hay auténticos magos de la creación de fantasmas propios, no sé, no lo tengo claro, si por propia iniciativa, también cabría falta de criterio, o por necesidades de un guión que nadie más entiende.

Últimamente el bocachancla mayor del reino, en tanto en cuanto no se vote la república, es el señor Echenique. Cada vez que lo veo acercarse a un micrófono me pregunto qué nueva boutade va a soltar para mayor escarnio de su pensamiento y beneficio de… , él sabrá de quién. Es difícil encontrar un portavoz más antipático a una sociedad harta de sus ocurrencias, que acaban por pasar por ocurrencias de su partido. Al portavoz, tal vez porta abruptos, de Podemos no le queda títere con cabeza. Empezó por Errejón y ha acabado por Amancio Ortega.

Que se pueda criticar una donación hecha con todos los beneplácitos de la legalidad vigente, argumentando sobre una ideal, diferente e inexistente legalidad es populista, es demagógico y es, sobre todo, vergonzoso. Que para ello se agite, se intente agitar, el tópico del empresario canalla, porque para algunos son sinónimos, para beneficiarse aquellos que están más pendientes de lo que consiguen los demás y ver como arrebatárselo, que de conseguir ellos algo, me parece, sobre todo, vergonzoso.

Estoy totalmente de acuerdo en la inmoralidad del sistema vigente. Estoy absolutamente en contra de la acaparación, del lujo y de un sistema de reparto de riqueza que se inclina de una forma soez e indigna hacia el que más tiene, pero ello no hace que cuestione a aquellos que con su inteligencia  y esfuerzo obtienen más con las reglas de juego que se encuentran. Mi admiración a los que, como el señor Ortega, renuncian a parte de lo obtenido y, claro que con beneficios fiscales, lo ofrecen para intentar paliar necesidades puntuales de la sociedad. Otros con las mismas posibilidades no lo hacen. Otros, incluso, se lucran con las necesidades ajenas, y muchos son políticos.

Pero una cosa es mi desacuerdo con el sistema y otra muy distinta es que no me parezca inmoral que un señor sancionado por contratación irregular de un trabajador, que un señor cuya única aportación conocida a la sociedad es ponerse delante de un micrófono a decir barbaridades de otros, se permita poner en cuestión la ética, sea social, o fiscal, o ambas, de otro que proporciona a este país el 2,6% de su P.I.B. y más de dos mil millones de euros en impuestos. Y puestos de trabajo, y riqueza, y además generosidad. ¿Interesada? Y si fuera así ¿qué?

Pensar que un partido que ampara tales ideas pueda entrar en un gobierno hace flotar y ulular mis más pavorosos fantasmas: el oportunismo, el populismo y la sinrazón.

Por si fuera poco este problema, el señor Sánchez, probablemente  el próximo presidente del gobierno con el apoyo de los del señor Echenique, se permite decir en público, con luz, con taquígrafos, con fotógrafos, con cámaras de televisión, con micrófonos de alta sensibilidad y revoloteo de fantasmas, a un político preso por un intento de golpe de estado un “no te preocupes” como respuesta a un “tenemos que hablar” del primero. Una suerte de versión de la famosa “tranquil, Jordi, tranquil” que ya pasó a la historia entre los fantasmas de otro intento de golpe de estado.

Posiblemente el señor Junqueras no tenga que preocuparse, he aquí el fantasma, o posiblemente sí y la frase de Pedro Sánchez no tenga más carga que la de una frase casual como respuesta a un requerimiento no formal. Posiblemente, pero los fantasmas se han agolpado en la puerta del armario del PSOE y ululan por boca de sus rivales políticos con toda la fuerza de sus ilimitados pulmones.

Tampoco la aceptación de fórmulas complejas hasta el ridículo para el juramento tranquilizan mucho a nadie. Eso de acatar sin acatar, jurar sin intención o prometer por obligación me sugieren la imagen del tramposo que jura, promete o acata escondiendo los dedos cruzados en un bolsillo o a su espalda mientras se ríe de los que lo aceptan. Y el hecho de defenderlo, a sabiendas de que los dedos están cruzados, y aceptando el desprecio hacia todo y hacia todos que ello implica, da vuelos a fantasmas que bien haríamos en ir espantando.

Tal vez todo esto, al fin y a la postre, no sean otra cosa que eso, fantasmas, fantasmas que, agitados, con sus sábanas flotando y sus aullidos, nos impiden ver la realidad y oír la verdad. Pero en esto como en tantas otras cosas, como tantas otras veces, tal vez habría que recordarle a ciertos personajes, elegidos por otros para representarlos, que no son libres de hacer lo que les parezca y que, llegado el momento, han de aplicar aquella máxima tan antigua de que “la mujer del César no solo tiene que ser honrada, tiene que parecerlo”.

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