GUERRA EN EL LEJANO ORIENTE

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Hay mañanas en las que escuchar las noticias se convierte en un ejercicio complicado de vuelta a la realidad, no porque lo escuchado no sea real, sino porque si los que las escuchan, y vistas sus reacciones, viven en el mismo ámbito geográfico que yo entonces yo vivo en la inopia y necesito volver a la cruda realidad.

Como en un combate de boxeo los golpes de disparates se van sucediendo, van atontando al oyente hasta que llega el definitivo que lo manda a la lona. Esta mañana el demoledor jab que nos deja tirados hasta más allá de la cuenta es la noticia sobre Google y Huawei.

Lo curioso es el degradé con el que se afronta. Se empieza a presentar como un desastre para en un intento vano de suavizar las terribles consecuencias del problema creado por Trump ir quitando hierro con comentarios consecutivos cada vez menos preocupantes. Lo que ya en sí mismo es terriblemente preocupante ya que la primera noticia no es más que un leve resplandor entre nubes al filo de un amanecer sin atmósfera, si alguien pretende decirme que aún quedan muchas horas hasta que el sol asome el miedo puede ser incontenible. El miedo o la absoluta inconsciencia.

No puedo evitar pensar en las similitudes, casi exactitudes, que la guerra comercial contra el resto del mundo emprendida por un presidente mejorable -¡que finisísimo he sido!- como persona y como político tiene con lo acontecido en el siglo XX entre los mismos EEUU y Japón.

¿Se resignará China a ser expulsada limpiamente del pastel tecnológico? Lo dudo. Ni por prestigio internacional, ni por interés económico China se va a quedar de brazos cruzados, no puede, no debe y no quiere.

Hablan algunos, no sé si piensan antes lo que dicen, de un nuevo sistema operativo de Huawei que reemplace al Android en sus terminales, pero lo importante, lo que hace popular un sistema operativo, no es el sistema en sí mismo sino la facilidad de acceder a servicios que se hacen masivos. Sin Google, sin Microsoft, significaría que los teléfonos móviles Huawei no tendrían acceso a las apps que hoy por hoy interconectan al mundo. Sin acceso a Gmail, sin acceso a Whatsapp, los usuarios de ese sistema operativo estarían desconectados de todas las redes sociales habituales.

Es más, y seguramente muchos lo desconocen, el sistema operativo Android nació como, y sigue siéndolo, un programa de código libre, esto es, accesible para cualquiera que quiera implantarlo en su teléfono, lo único que hizo Google fue darle su sello personal, desarrollar utilidades complementarias, tanto directamente como a través de desarrolladores interesados, que hicieran ese conglomerado de facilidades que han llevado a los móviles a la popularidad y tasa de utilización que tiene hoy en día.

Así que Huawei no tiene por qué renunciar al sistema operativo Android, pero si a todo esa galaxia de aplicaciones y facilidades que son su tienda de apps y a los programas desarrollados bajo el paraguas tecnológico de Google.

Recordemos que hace no mucho un gigante como Microsoft, con sus recursos, experiencia e implantación en el mercado, intentó competir con Android sacando terminales con su sistema operativo, Windows móvil, que fue un absoluto fracaso comercial. Hoy en día, en el mercado de los móviles, solo caben dos sistemas operativos, el Android adaptado por Google y el IOS de Apple, y caben porque colaboran y las herramientas populares las comparten, lo que significa que sus usuarios solo tiene que elegir entre dos tecnologías y dos formas de aprovecharlas que de cara al usuario, y sobre todo a su conexión con el resto de los usuarios, no supone ninguna traba o dificultad. Porque al final lo único que quiere el usuario es conectar su móvil y tener garantizada su interconexión con sus mundos, esos formados por sus relaciones con amigos, reales o virtuales, y su capacidad de acceso a una información, desinformación en muchos casos, masiva y compartible. Lo demás no importa, nada.

Ahora falta la respuesta China. No sé cuál será, pero si tengo claro quién va a ser la primera víctima de esta guerra, como todas, evitable. Sí, usted, y yo, todos los usuarios de telefonía móvil que dejamos de tener acceso a una tecnología de buena calidad y más barata. Los usuarios que han comprado de buena fe unos aparatos que más rápidamente de lo habitual, y ya era muy rápidamente, quedarán obsoletos.

Las implicaciones del inicio de esta guerra son tremendas y ni siquiera las empresas norteamericanas estarán libres de morir, o resultar dañadas, en la vorágine de una guerra en la que su inductor no parece haber medido las consecuencias, suponiendo, y ya es mucho suponer, que ese señor que parece empeñado en complicarnos la vida a todos tenga la capacidad suficiente para saber medir algo más que su propio ego y su afán de enriquecimiento.

Por lo de pronto, y en una marcha atrás que solo demuestra la falta de inteligencia política de un desgobierno populista y solo comprometido con sus propios intereses, que tampoco son los de su país, ya se ha acordado una suspensión de tres meses en las medidas contra Huawei por las caídas masivas en bolsa de empresas norteamericanas afectadas por la medida. Por lo de pronto.

Eso sí, en las próximas elecciones americanas será interesante ver la batalla entre los sistemas de propaganda rusos, que ya han demostrado su eficacia en algunas cuestiones de la Unión Europea y en las últimas elecciones americanas en las que jugaron a favor del  señor Trump, y los que los chinos necesitarán poner en juego para defender su posición en una guerra para la que tal vez aún no está totalmente preparados.

Y para los que creen que esto no les afecta, que comprueben que no están usando los prismáticos al revés, porque mirando por el lado equivocado todo se ve más pequeño, como si estuviera más lejos. Allá, en el lejano oriente.

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