OTRO DÍA MÁS

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Me desperté sobresaltado: he pasado una mala noche, pero ya no es novedad.             Poco a poco empiezo a desperezarme y noto un dolor punzante en la espalda: no acabo de acostumbrarme al  viejo colchón de la habitación de invitados. No me parece bien dormir con ella después de lo que pasó. Los párpados me pesan, debo tener unas ojeras horribles, pero hace días que no me miro al espejo. Consigo levantarme, no sin antes escuchar cómo todos mis huesos crujen al unísono.

 

Echo un vistazo por la pequeña ventana, aún no ha amanecido. Sin novedad, el mismo paisaje de siempre y la misma valla a la que le hace falta una buena mano de pintura… o dos. 

Detrás de la valla, kilómetros de campo se abren ante mí. Elegimos esa casa para alejarnos del bullicio de la ciudad. El jardín, ahora tan poco cuidado, está cubierto de escarcha. 

Viene a mi mente, como el mejor tráiler de una película romántica, un recuerdo del anterior verano.  Ella estaba sentada sobre la hierba, bebiendo té helado con un libro entre las manos, retorciéndose un mechón de pelo de la nuca, mirándome de reojo como siempre hacía. Inevitablemente, también recuerdo el día en que todo se torció.

Despejo esos tristes pensamientos de mi cabeza.

Voy a la cocina a preparar café, cargado para mí, con leche y dos cucharaditas de azúcar para ella. No me quito de la cabeza la descolorida valla del jardín. Debí pintarla la primera vez que me lo pidió.

Me bebo el café de un sorbo y subo las escaleras al dormitorio principal. No quiero hacer ruido: tiene muy mal despertar. Empujo la puerta con suavidad y enciendo la pequeña lámpara de la mesilla. Ahí está ella, con ese camisón azul bordado que le regalé por su cumpleaños. 

Tiene los ojos cerrados, y presenta una apariencia tranquila. Tiene una pierna desarropada, qué fallo, ayer no debí taparla bien. La arropo como es debido. Lo último que quiero es que coja frío. Quizás hoy le apetezca tomar un largo baño caliente, más tarde se lo prepararé. Es tan preciosa cuando duerme… Le doy un beso en la mejilla y no puedo evitar que un escalofrío recorra todo mi cuerpo al ver su cuello degollado, no acabo de acostumbrarme. Otro día más.

© Estíbaliz Costa

Ganadora del primer premio de CEPA Colmenar Viejo y segundo premio de concurso de INTERCEPAS de la Comunidad de Madrid

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