AUTORRETRATOS ESPAÑOLES DE HACE 175 AÑOS

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En 1836, el ‘Semanario Pintoresco’ supuso en nuestro país el primer modelo de revista ilustrada. Tres años antes se había establecido la división territorial en provincias, y tres años después, el célebre abrazo de Vergara cerró la primera guerra carlista en el norte de España; no concluyó del todo hasta meses después, cuando Espartero venció la resistencia de Cabrera. La regencia impuesta por aquel acabó en 1843 e Isabel II subió al trono. Pues bien, al poco se editó una colección de artículos compuestos por cincuenta y dos autores que ofrecían una ‘literatura de tipos’; ya fuera una criada, una lavandera o doncella, o un barbero o un cochero. Se pintaba también la simpatía de la maja, el torero y la gitana, o incluso la del bandolero procedente de la guerrilla. Era común la benevolencia con que se enfocaba la caballerosidad y el código de honor de quienes estaban fuera de la ley. Tras un fondo de estrechez económica, se mostraban frutos románticos junto a una llamada a la cordura y la concordia.

©edición plazabierta.com

 

Un siglo después se publicó, desde el exilio mexicano, una espléndida monografía: ‘Los españoles pintados por sí mismos (1843-1844)’. Tiene verdadero valor no solo como documento, sino por los muy interesantes análisis de su autora: Margarita Ucelay Da Cal (madre del historiador Enric Ucelay y hermana de la primera arquitecta que hubo en España), doctora en Historia por la universidad de Columbia.

En esos años, la vida rural, señala ahí la profesora Ucelay, era vista con desdén: un “desprecio compasivo por la ignorancia, rudeza y tosquedad de sus habitantes”, aislados de la capital por la mala calidad de los caminos. Había un tono intenso de adiós melancólico a una España llena de ‘sabor tradicional’, “algo que se ve a punto de desaparecer, o irremediablemente perdido”. Dominaba la desorientación y el “pesimismo moral, social y político” entre la muy frágil clase media.

Yo quiero llamar la atención sobre algunas observaciones de la autora, como que el término ‘región’ estaba ausente de aquel libro, era frecuente el de ‘provincia’ “y, cuando no, país, e incluso patria, aplicado en el sentido de patria chica”. Destacaba Margarita Ucelay que el concepto de región no tardaría en gravitar en la vida nacional: “primero con un carácter literario y sentimental y después con un contenido político cada vez más intenso”. Todo esto merece mi atención.

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