UN ÁNGEL EN MARSELLA -1.940- 3ª PARTE

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En las calles de Marsella se percibía una tensa desconfianza, un hervidero de gente de toda condición y nacionalidad transitaba por ellas intentando sobrevivir. El peligro acechaba en cualquier insospechado rincón, los aviesos delatores eran consumados artífices del camuflaje siempre dispuestos a la caza de víctimas a las que delatar, se requería bastante habilidad para detectar su presencia y evitar ser descubiertos.

 

Varian Fry

En la frontera la policía reforzaba los controles, mientras Albert Hermann se afanaba por encontrar nuevas alternativas. Varian, decidió ampliar el equipo con el fin de esquivar la vigilancia de Vichy. Bill Freier, un refugiado austriaco caricaturista, falsificaría la escritura y los sellos. Mary Jane Gold, una rica americana, colaboraría con la causa. Daniel Beneditte, ex secretario de la prefectura de la policía en París, batallaría contra las argucias de la administración francesa, sería un apoyo indispensable y uno de sus más fieles amigos. Hans y Lisa Fittcot eran guías, alemanes exiliados buscados por la Gestapo, residían en Bagnols. Los recursos económicos aportados por el Comité se agotaban, necesitaban conseguir efectivo por otros medios sin alarmar a la oficina de Nueva York. Cada visado expedido representaba una vida que salvar y para quienes no podían viajar con su identidad crearían documentación falsa. Hermann le presentó a uno de sus contactos, un corso mafioso llamado Charles Vinze Leone, probritánico y antifascista. Charles le propuso una solución al problema, el tráfico de divisas. Había gente preocupada y dispuesta a pagar bien para mantener a salvo su dinero en un banco norteamericano. 

El precursor del Surrealismo, André Breton, se hallaba en una situación límite, considerado como un peligroso anarquista por el régimen de Vichy. Un día Varian se cruzó con varios oficiales nazis en el hotel, el momento de trasladarse había llegado. Alquiló una estupenda villa en los alrededores de Marsella, llamada Air-Bel, se instaló allí junto a Breton y su familia. Los artistas surrealistas refugiados, ocultos en los aledaños de la ciudad, acudían a la villa los domingos para compartir juntos la agónica espera, Hans Branner, Wilfredo Lam, Victor Sach, entre otros. Intentaban aligerar el tiempo creando juegos de la baraja, adivinanzas, collage. Denominaron a la vivienda como el “castillo en espera del visado”. 

 

Varian Fry-Villa Air Bel

El monstruo del nazismo alargaba sus tentáculos devastando cuanto alcanzaban a su paso. Perseguían cada vez con más saña, sistemáticamente, personas e ideas, ya fuesen judíos, políticos, comunistas, así como pintores, filósofos, compositores, cineastas, escritores, todos corrían el riesgo de caer víctimas del abominable régimen. París, la ciudad abierta a los derechos humanos, acostumbrada a la riqueza plural y diversa, la emblemática y hermosa ciudad de la luz languidecía, sin artistas, sin obras, sin museos. Las nuevas obras encontradas se clasificaron, cuadros y tapices del “arte degenerado” desfilaron como mártires camino del patíbulo, pinturas de Cézanne, Gauguin, Renoir, etc. El consentidor Gobierno de Petain cerró los ojos ante tan deleznable persecución. 

En la frontera la situación empeoraba, las hostiles patrullas disparaban con demasiada facilidad, sin tregua. Hans y Lisa descubrieron un camino abrupto y antiguo a través del monte, había sido utilizado por contrabandistas, una ruta tremendamente dura y complicada aunque mucho más segura. La llamaron “la ruta F” de Fittcot. Idearon un plan sencillo, infalible, con el fin de imposibilitar la infiltración de algún delator. Cada protegido llevaba un trozo de papel de color con un número escrito en un extremo, Hans disponía de la otra mitad, los dos trozos tenían que encajar y contener la misma numeración, entonces podía estar seguro de que no se trataba de ningún impostor. En seis meses lograron evadir a más de cien refugiados a través del escarpado sendero, entre los que se encontraban Fassbender y su esposa. 

 

Varian Fry y algunos de sus protegidos: André Breton, André Masson y Jacqueline.

El devenir de los acontecimientos convulsionó aún más la agitada vida del intrépido grupo y la angustiosa incertidumbre de los exiliados. El 23 de octubre de 1.940 Hitler se desplazó hasta Hendaya para entrevistarse con Franco. De aquella opaca reunión surgieron tácitos acuerdos. El equipo de Varian detectó que un agente de la Gestapo era quien inspeccionaba las solicitudes de visado español, sin su permiso no se autorizaba ninguno. Varias personas fueron detenidas y conducidas a cárceles españolas para ser posteriormente deportadas a Alemania. 

Franco con Hitler – Encuentro Hendaya, octubre-1940

 

Vichy estrechaba el cerco a su alrededor y el tiempo estipulado con el Comité había concluido pero él no pensaba abandonar a aquellas personas. En el grupo extremaron la vigilancia y las precauciones, hablaban con los grifos abiertos, buscaban micrófonos y hacían maniobras de distracción. Para mayor seguridad decidieron entregar la información confidencial a los refugiados que iban a salir hacia Estados Unidos. Los informes estaban escritos a máquina en tiras finas de papel, pegadas entre sí, enrolladas e introducidas en una funda de goma y después en un tubo vacío de dentífrico. También tuvo que desprenderse de la valiosa agenda en la que figuraba la lista con sus contactos clandestinos. Fue acusado ante el Consulado de falsificar documentos y colaborar en la evasión de extranjeros refugiados. El Cónsul le pidió que abandonase Francia, él se negó con rotundidad hasta que hubiese alguien que le sustituyera. El régimen de Vichy veía su presencia como un gran inconveniente y se esforzaba por encontrar pruebas.

A final de año, en diciembre de 1.940, Petain visitó las ciudades de la zona sur, entre ellas Marsella. La policía irrumpió de improviso en la villa. Les incautaron máquinas de escribir, revólveres y documentos. Al descubrir un dibujo de Breton representando a un gallo galo con una inscripción que decía: “El terrible cretino de Petain”, detuvieron a todos. Les encerraron en un carguero atracado en el puerto junto a otras seiscientas personas, les acusaron de ser sospechosos de alterar el orden público. Desde el atípico encierro los oprimidos podían escuchar el júbilo de la fiesta, la exaltación de los seguidores Petainistas, los vítores dedicados a un histriónico Mariscal que se anticipaba servilmente a los ignominiosos deseos del Tercer Reich. ¿Hasta cuándo pensaban retenerles? -pensó Varian indignado por el trato vejatorio

Próximo capítulo, el desenlace.       

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