ENFERMEDAD DE SUDECK

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En varias ocasiones, uno de mis editores y yo mismo, hemos tratado el tema de estrenar una nueva sección dedicada a la Salud en el sentido más amplio y más riguroso posible. Es una tarea harto dificultosa para exponer en un diario no especializado en la materia.

Al menos para este escribiente, que ya ha tenido experiencia en otros medios de comunicación general; tanto radiofónicos como televisivos; tanto en castellano como en american-english. 

Si. Demasiado difícil si se pretende llegar a que la audiencia lega en tales menesteres llegue a comprender- siquiera someramente – de qué va la cosa.

Por una parte (y dada la complejidad de la terminología médica en general) se puede caer en tecnicismos que no entendería ni el más pintado, con la obvia consecuencia de que el oyente-leyente no se entere ni papa de lo que se está diciendo, y el consiguiente fracaso a la hora de transmitir aquello que se pretende. Por otra parte, la vanalización de la terminología empleada, puede llegar a hacer pensar que el conferenciante- escritor, sea uno de los paletos que tanto abundan por esos mundos de Dios.

¡Vaya que es espinoso! Se lo asegura el firmante.

    Pero, en fin, como algo escribí ya sobre la Fibromialgia, escribiré sobre otra de las enfermedades – si, enfermedades – menos conocidas y mas desagradecidas (hasta ahora, que la cosa parece prometer) a los tratamientos actuales: “la enfermedad de Sudeck” o , como un servidor la llama, la «“enfermedad de los mil nombres”». 

Una de las enfermedades que más casos de suicidio provocan (en la experiencia del firmante, junto a la “neuralgia del trigémino incontrolable” y la “neuropatía post-herpética severa).

Porque difícil de tratar lo es, cierto, pero no va a quedar por nombres y denominaciones: si no mil, de siete no bajo. 

    Me ha inclinado a escribir sobre ella una persona que la sufre y que, durante un tiempo (benditos amores fugaces y siempre eternos), fue de mi importancia cabal. 

De seguro que, al menos una persona de las que tenga a bien leer este pequeño escrito sabe de lo que escribo por padecerla. Espero que también me comprenda y entienda la dificultad anteriormente mencionada en describirla. Por su complejidad y porque no tengo muchas palabras, que digamos.

    La cosa (Sudeck) empieza porque, poco a poco y de tapadillo, se va alterando una parte del sistema nervioso que – paradoja – se llama “simpático”, que de simpático tiene lo que «carrastaca en audiencia». 

En cuestiones de epidemiología y tal, de lo que se conoce hasta hoy con diagnósticos ciertos y confirmados, se da más en mujeres, entre los cuarenta y sesenta años, suele iniciarse tras un traumatismo previo, sobre todo caídas con fracturas óseas o ligamentosas. Y en extremidades, bien superiores (brazos, antebrazos, muñecas y dedos), bien inferiores (muslos, piernas, pies y dedos). Aunque puede ocurrir en cualquier edad, en cualquier sexo y en cualquier lugar, seamos serios.

    La cosa (Sudeck) no tendría mayor importancia si la consolidación de tales traumatismos conllevase a una ausencia de sintomatología presente en tales casos. Sobre todo el dolor, que es el dirigente fundamental. 

Pero ¡ah amigos!, la cosa cambia cuando , a pesar de toda consolidación, el dolor persiste, cada vez más insoportable e inagotable – los cambios en temperatura, sequedad, y después, frialdad y humedad de la piel, son ‘pecata minuta’ en los sufrientes: ¡que se me quite el dolor y luego…ya se verá!  Poco más o menos deben pensar.

El dolor es difuso, imposible de localizar en un determinado punto. Intenso e incapacitante hasta el frenesí. Diurno, nocturno y a toda hora de reloj. ¡Insufriblemente interminable!

En ocasiones – muy pocas, la verdad – sin comerlo ni beberlo…pumm…desaparece de la noche a la mañana sin saber el cómo ni el porqué. 

Suele ser un dolor como palpitante, ardiente e inacabable en sitio enrojecido, caliente e hinchado (suele producir el llamado «síndrome comparticional o compartimental»). Meses después del inicio, la piel se motea,se abrillanta y se hace fría. Pero el dolor persiste inintermitentemente…el muy bribón.

Conforme va pasando el tiempo y la enfermedad persiste, los músculos adyacentes se atrofian y se contracturan (de ahí la importancia de la fisioterapia temprana. Yo conocí a un mozalbete fisioterapeuta que, según él, había tratado cientos de Sudeck…¡me reservo la opinión,aunque es nítida! Máxime cuando la incidencia de tan maldita enfermedad es nimia (1: 100.000, pizca más o menos). Pero, oye, cada uno presume de lo que quiere aunque carezca de lo que dice tener.

    El tratamiento actual y común es muy poco agradecido, francamente. 

* Fisioterapia en periodos activos y de descanso (ambos son imprescindibles).

* Bloqueadores alfa y antagonistas del calcio. Guanetidina y Calcitonina. Cientos de antiinflamatorios – esteroideos y no esteroideos- . O sea y para mejor compresión: derivados de cortisona y de Ibuprofeno, por poner los más conocidos.

* Antidepresivos a tutiplen. 

* TENS, magnetoterapia, laserterapia …y otros tantos.

* Y muchos más, de carácter totalmente empírico y sin base fisiopatológica alguna. ¡Mogollón…vaya!

    Al igual que escribí en el articulo acerca de la Fibromialgia, las esperanzas de los sufridores de tan execrable enfermedad deben permanecer intactas e «in crescendo», a ser posible:

Una panda de magníficos y sabios atorrantes,- amigos míos todos, de investigaciones y farras -, y referentes en el campo de la neurología, algología, y sus demases, todos juntos y en bendita compaña, están en la “Fase II” de investigación con una serie de terapéuticas extremadamente prometedoras. Tanto así que, a pesar de estar en tal Fase, se están consiguiendo en pacientes voluntarios sometidos a las mismas, éxitos de más del 85 % de remisión total del puñetero Sudecken un periodo superior a los tres años sin síntomas tras la exposición a tales terapéuticas. 

Lo que no es moco de pavo ni por asomo. ¿No les parece?

    Pueden preguntarse por qué no las explico aquí. Con toda la razón quizá. Pero no puedo hacerlo todavía – queda poco para poder hacerlo-; Primero porque está, como he dicho, en Fase II.  Y sería muy atrevido adelantarse a los acontecimientos. Segundo porque mis amigotes que están en la faena, me despellejarían vivo o muerto…y también con razón. Y tercero porque, algo – muy poco – comenté a la persona anteriormente mencionada, bajo palabra de honor de no decir ni mu, no tuvo otra mejor que comentárselo a su médico de confianza. 

¡Oh traición imperdonable! ¡Habráse visto!

Y claro ¡…hasta ahí podíamos llegar! (lamento sinceramente si aún le persisten sus síntomas, de todo corazón).

    Pero ¿esperanza a corto plazo? ¡Vaya que sí!

P.S.– ¿Lo ves estimado editor cómo es difícil escribir sobre estos temas? Guardarme estas posibilidades de resolución como si de un secreto benedictino se tratara me resulta altamente frustrante. Pero no me queda otra.

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