EN BUSCA DE LA FELICIDAD PERDIDA

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Nos pasamos la vida queriendo ser mejores que los demás. Nada más tenemos que ir a las redes sociales para comprobar que allí todos y todas, o al menos una gran mayoría cuelgan sus mejores fotos, incluso alguna retocada por photoshop o algún otro editor de imagen para aparecer con menos arrugas, más pelo, menos tripa, abdominales marcadas, pechos turgente y algún que otro complemento que pone de manifiesto que estamos a la última.  Colgamos los videos y fotos de un fin de semana o de unas vacaciones idílicas, del nacimiento y crecimiento de nuestros hijos, de sus primeros días de escuela, de la imposición de bandas en todos los grados de la enseñanza -antes sólo se hacía en la universidad cuando terminabas la diplomatura y licenciatura imitando a las universidades americanas.

Al menos una gran mayoría colgamos toda la vida en nuestro pefil, pero olvidamos de forma intencionada, poner aquellas otras imágenes menos bonitas, es más, ni siquiera hacemos una foto de aquellas partes de nuestras vida que no son tan vistosas, y es lógico, nadie quiere recordar los malos momentos. En definitiva damos una imagen de nuestra vidas que no es la real y percibimos también una imagen de los demás que no se corresponde con su realidad o vida diaria.

Por otra parte, los medios nos abren una ventana al exterior que tampoco se corresponde con la realidad, siendo maquilladas con caras muy distintas según donde quieran poner el énfasis para aumentar el nivel de audiencia o de lectores a través de un sensacionalismo que, en ocasiones da vergüenza o causan indignación por no poner el límite en lo que es la privacidad de las personas o su derecho al honor.

Sin embargo esos mismos medios que ponen la cara exitosa se olvidan de transmitir los valores para alcanzar ese éxito, como el trabajo, el esfuerzo, la perseverancia, pero también el respecto a quienes son nuestros competidores más directos, de manera que nuestros resortes estén lo más lejos posible de una competencia desleal.  Además casi siempre nos ofrecen, o bien  la mejor cara del éxito, o por el contrario la parte o el lado más negativo, extrapolando conductas o manifestaciones donde solamente los editores buscan el morbo de la noticia.

Y, el resultado de todo este coctel es una sociedad insatisfecha, frustrada, sin Norte ni Sur, sin Este, ni Oeste, porque la realidad muestra que el éxito pocas veces es el resultado de un golpe de suerte, sino todo lo contrario; hay que currárselo y de forma muy dura porque cada vez la competencia es mayor y, desgraciadamente, también fuera del respeto debido. Así, ante tal insatisfacción algunos buscan en el consumismo la forma de compensarla, otros en falsos dioses o falsas religiones sectarias que les apartan del mundo real, de su familia y amigos, basándose en nuevas filosofías que no son más que un popurrí de conceptos trasnochados a los que se les ha dado una nueva mano de pintura sin ni siquiera haberse hecho un tratamiento antióxido previamente, con lo cual sólo tienes que rascar un poco para darte cuenta que detrás de esa nueva cara todo esta oxidado y manipulado. Entonces, ¿en qué creemos?.

“… el resultado de todo este coctel es una sociedad insatisfecha, frustrada, sin Norte ni Sur, ni Este, ni Oeste, porque la realidad muestra que el éxito pocas veces es el resultado de un golpe de suerte, sino todo lo contrario; hay que currárselo y de forma muy dura porque cada vez la competencia es mayor y, desgraciadamente, también fuera del respeto debido.”


Los seres humanos, al menos en estas sociedades que llamamos avanzadas o modernas, aunque en realidad son todo lo contrario por repetirse los mismos errores que en el pasado,  donde la cultura y la información fidedigna está al alcance de nuestras manos, sólo tenemos que hacer un breve paréntesis para buscarla. Podríamos decir,  que si no la buscamos es porque no queremos, porque una mente lasa es lo que tiene, la comodidad de no pensar por nuestra cuenta, de no cuestionarnos las cosas, de quedarnos con lo primero que leemos en no se que sitio de internet o en un libro de autoayuda.

Además, esa imitación del éxito de los demás, también por desgracia se queda la mayoría de las veces en el aspecto exterior o material, en lo superfluo, como una mejor posición social, una abultada cuenta corriente, un mejor chalet, una segunda vivienda en la playa, un mejor coche de alta gama; son los resortes  habituales que nos mueven a un cambio. En otras palabras, buscamos la felicidad en cosas tan materiales que, cuando las logramos, vuelve a sorprendernos la misma o parecida insatisfacción de antes.

Y, es que la felicidad no siempre hay que buscarla fuera, porque aparte de tener una predisposición a este estado vital haciendo las cosas de manera que podamos alcanzar el éxito soñado, tenemos que ahondar en nosotros mismos para analizar realmente lo que estamos buscando y si lo estamos haciendo de manera correcta; pero sobre todo si lo que tenemos en nuestra cabeza como ideal de vida nos hará plenamente felices, o si la idea de felicidad que nos hemos forjado en nuestra cabeza es alcanzable o no.

Claro, que para hacer esto hay que tener cierto sosiego, cierta paz interior de la que una gran mayoría carecemos porque estamos acostumbrado a vivir en un mundo con un ritmo vertiginoso. Es por ello que tenemos que intentar cada día buscar ese remanso de paz y pensar si estamos haciendo lo correcto, si estamos viviendo de acuerdo con nuestras posibilidades, si hemos elegido el camino adecuado, si vimos como buenas personas intentando hacer la vida más agradable a los demás, de manera integra y con la mayor dignidad posible.

Algunos pensarán que esto es propio de monjes o personas que han entregado su vida a Dios, de persona que buscan la santidad, de santones y beatas. No, no es necesario consagrar nuestra vida si no tenemos vocación para ello. Se trata simplemente de conseguir un mundo mejor y para ello tenemos que intentar ser nosotros mejores cada día. Me atrevería a decir que si los seres humanos fomentásemos entre nosotros cierta fraternidad todo iría mejor.

Si queremos alcanzar las estrellas, tenemos que convertirnos en una de ellas, empezando a generar con nuestra vida recta y honesta la luz que ilumine a los demás para que puedan ver que lo que hace más feliz al ser humano es más que una vida llena de éxitos en lo material, sino el trabajo constante por ser cada día mejor persona, mejor ser humano. Se trata de conseguir un mundo mejor poniendo cada dia nuestra pequeña aportación.

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