IDEOLOGÍAS. ¿QUÉ ES ESO?

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Escucha
Reconozco que, sobre  lo que más me gustaría escribir seria de aquellas historias o aprendizajes obtenidos en mi vida diaria en la convivencia con los demás. Pero, ¿a quien va a importar esto?. Es por ello que al final he terminado haciendo de critico político, ni mejor ni peor que la de cualquier critica que puedan hacer  ustedes; eso sí, procurando, con datos objetivos, que es lo que dificultad esta tarea, donde la imparcialidad es un elemento que suma; reconozco que aveces de muy difícil cumplimiento.

 

Sin embargo, hoy quiero ser más intrépido y quizá a riesgo de que alguien se sienta tentando a abandonar esta lectura, por pensar que nada puede aportarle mi cualidad observadora del comportamiento humano, es el mejor momento para hacerlo pero quizá cambie de opinión si le prevengo de que aquí recojo lo aprendido de los más sabios del mundo, de nuestros ancianos.

Cada día más, quizá porque los años pasan por mi sin darme cuenta, encuentro en mi camino a personas mayores, algunos en el cenit de su vida, que necesitan seguir reafirmando su posición social o aquella cualidad que les hace sentirse superiores a los demás pero también  los hay quienes te abren su corazón ante la soledad en la que se encuentran como modo de agradecimiento a tu compañía, quizá porque eres el único que le escuchas en mucho tiempo.

Es preferible aprender desde una postura de humildad de tu maestro que desde una actitud soberbia o ególatra por eso me quedo con los segundos. Aquellos que demuestran con su experiencia de años, pero sobre todo con su honestidad y rectitud, independientemente de títulos o diplomas, que son maestros de la vida, pero abiertos o dispuestos a aprender de los demás.

Es cierto que me recreo en comentarios políticos sobre asuntos que nos afectan en nuestra vida cotidiana, como una forma de contar la actualidad política bajo un ojo crítico, quizá porque resulta demasiado fácil ridiculizar o al menos, evidenciar sus testas empapadas de gomina o con coleta al aire y  empanadas de no se que ego político de salva-patrias.

Pero hoy me apetece, mejor dicho necesito huir de todo lo que huela a esta casta cada día más alejada de la ciudadanía, me da lo mismo  la derecha que los situados en esa neo-izquierda llena de dogmatismos excluyentes. Ambos cargados de una gran soberbia política, disfrazada en los de las camisas de grandes almacenes y/o rastas en el pelo, con cierto coleguismo hasta que le tocas las narices con tu opinión diferente.

Dicho lo anterior, desde mi postura, siempre de observador itinerante, intentaré compatibilizar la critica política con la de observador de la conducta humana desde una visión lo más objetiva posible, aunque, a veces resulte imposible ante la indignación por determinadas conductas, por ello intentaré ser mero conductor de dichos aprendizajes.

Quizá los años me permitan en algún momento transmitir mi propia experiencia, o hacer énfasis en determinados aspectos que me han servido para dar respuesta en ciertos momentos complicados de mi transitar por este mundo, muy pequeño si lo comparo con el universo de  todos los demás juntos. Pero siempre, bajo la condición de que más sabe el diablo por viejo que por diablo, porque no soy ni pretendo ser maestro de nada, máxime cuando cada día me doy cuenta que no se nada y que todo de lo que creía saber, poco en relación con lo que puedo aprender y tengo la ocasión de aprender si tengo los ojos abiertos y los oídos prestos a escuchar.

“… máxime cuando cada día me doy cuenta que no se nada y que todo de lo que creía saber, poco en relación con lo que puedo aprender y tengo la ocasión de aprender si tengo los ojos abiertos y los oídos prestos a escuchar.”

El motivo de mi determinación -no se por cuanto tiempo-, de huir de la política, se debe a una experiencia que tuve hace unos días, en el que dos amigos, uno votante de PP y el otro de Podemos, esperando mi llegada en una cafetería, les encontré en  una acalorada conversación, más bien discusión con tintes de un final poco halagüeño para ambos, donde ambos estaban diciendo lo mismo, pero desde posturas o ideologías políticas totalmente contrarias pero que, a pesar de los muchos decibelios de sus voces, no es que, no solamente no se escuchaban, sino que ni siquiera se oían por lo vano del esfuerzo que supone esta última acción. Es la primera vez que los veía así, siempre se habían aguantado con un gran estoicismo.

Mi actitud, ante la vergüenza por el entorno del alto volumen de la discusión y por ciertos desafíos desde el que se cree superior en sus ideas, fue poner orden, aunque me hubiese apetecido meter baza, cosa que no pude hacer porque una persona de cierta edad como para considerarlo anciano, intervino en la discusión, con voz pausada y cierta sonrisa en los labios.

También es cierto que la cosa no daba para más, pues como he dicho, ambos estaban en un círculo vicioso de demostrar algo que no forma parte, según dijo el anciano, de ningún proyecto político de cualquiera de los partidos con representación parlamentaria, consistente en que quien no cumpla con sus promesas electorales lo que tiene que hacer es marcharse a su casa por inútil, es decir dimitir, aspecto al que, al final, se reduce la discusión.

Tras una breve pausa, quizá para coger aire, añadió el anciano,  “ambos desde posiciones diferentes perseguís el mismo objetivo, mejorar a los ciudadanos, y estáis convencidos de hacerlo pero desde ideologías contrarias, que ni los mismos políticos que las venden, las comprarían en un futuro, porque sus actuaciones son como fuegos fatuos por la descomposición, manipulación o prostitución de dichas ideologías, demostrando a donde nos han llevado las ideologías de izquierdas o de derechas, tomando en consideración la alternancia en el poder entre la pseudo-izquierda del PSOE y la pseudo-centro-derecha del PP”.

Aquella acertada intervención, del anciano consiguió, realmente, amansar a las fieras políticas de mis amigos y desde la postura de arbitro de la que se había envestido, intentó hacerles ver la estupidez de su discusión, no porque ambos tuviesen o no razón, sino porque las formas son muy importantes a la hora de discutir y “no estoy hablando de ese “buenismo“”, dijo, “de quien persigue solo quedar bien con todo el mundo, sino porque hemos de reconocer que todo el mundo, en algunas ocasiones nos hemos sentido portadores de determinadas ideologías que en principio no conocemos en profundidad y que por lo tanto defendemos sin saber de lo que estamos hablando pero, sobre todo, porque la hemos adaptado a nuestro tiempo desde una moral de situación que deja mucho que desear si lo que pretende es mejorar la sociedad, sobre todo cuando se nos pide cierto grado de implicación y compromiso que demuestre nuestra auténtica solidaridad“.

Finalmente, concluyó quien se había convertido hoy en un maestro de vida: “en vuestro pretendido diálogo ha fallado no solo el mensaje sino también el canal, es decir, vosotros mismos porque no estabais en una actitud receptiva del mensaje del otro, sino en una postura de confrontación violenta“.

Se marchó el anciano y me quede pensativo, igual que mis amigos durante un rato de absoluto silencio, como sintiendo una mezcla de vergüenza ante la lección recibida, de que somos la mayoría de los seres humanos, incluso los que se consideran superiores desde su púlpito o a píe de calle. Unos seres humanos emocionalmente muy primitivos, soberbios, incapaces de practicar la dialéctica desde  la exposición y confrontación de razonamientos y no de dogmas o incluso de ideologías, que no estamos dispuestos a respetar. Por ello, también aprendí, que en este mundo de dogmas, me quedo mejor con las ideas.

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