IDEARIO 9.2.18

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Gota
 
Me dan miedo los cambios de sentido de mis pensamientos en su perdido rumbo. Que no se diga lo que se piensa y que se tenga que pensar tanto lo que se dice.
Me da pánico que no se permita hablar a las sensaciones. Que el fuego ahogue toda su combustión dentro, sin haberse dejado ver.
Me angustia no equivocarme. Que todo sea tan plano. Que todo esté hecho con los mismos patrones ya caducados.
Me bloquea la falta de preguntas. Las férreas creencias de quien no se cuestiona, de quien no se critica.
Me fascinan las cosas por descubrir. Las miradas que se atropellan y las palabras que se lleva el viento. También las que se quedan en el papel.
Me divierte el frenetismo de este no parar. La inmediatez de las cosas. La pérdida de valores, la falta de paciencia. La desaparición del espacio y el tiempo que deja paso al «ahora, donde sea».
Me aburre exactamente lo mismo.
Me entristece el paso del tiempo. Dar explicaciones. Esperar en los semáforos, en las colas y en el médico. Llevar cosas de un lado para otro. Mirar al suelo y dar patadas a las piedras. La sensación de que todo está por hacer y la ilusión del «progreso». El saber lo que está por venir, aunque no lo sepa. Lo efímero de las emociones y lo inefable, también. La falta de opciones. Las cartas de los restaurantes. La pulcritud del que cree que existe. El ego y el egoísmo. La importancia en exceso y por defecto. Las fantasías que no están en blanco sobre negro. El cielo sin nubes. No la soledad. Sí la falta de valor para asumir. Los pies calzados. Las duchas diarias. El precio y no el valor. Los valores con precio. La falta de curiosidad. La necesidad de apariencia. La falta de buenos consejos y de transprencia. La falta de honestidad. Y el miedo.

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