LOS FALSOS “MAGOS”

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Érase una vez un mago que habitaba en las lindes de un sinuoso y extenso lago, el cual se encontraba rodeado de un hermoso y boscoso paraje…

 

Éste podría ser el comienzo de un cuento pero, en esta ocasión, no lo es. Y no lo es porque no pretendo hablar de cuentos ni de magos. No de estos seres, precisamente, casi mágicos, de extraordinarias capacidades, fabulosos, compasivos, bondadosos, espirituales, de poblados cabellos, largas barbas y vestidos con túnicas de un blanco impoluto, que van esparciendo su poder energético y transformándolo en una saludable y renovadora savia a cuantos lo necesitan, e incluso ayudando a cultivar vínculos para lograr que reine la paz, el amor y la concordia entre la Humanidad.

Hoy, no es de estos magos de leyenda de quienes quiero hablar si no de los otros, de los falsos “profetas”, de los que en realidad deberían preocuparnos a todos.

Aquellos que se apropian ilegítimamente de un nombre mágico, cargado de contenido y simbolismo quimérico, distan un abismo de merecerse tal distinción. Se convierten en farsantes e impostores. Y estos aparentes “magos”, por desgracia, todo hay que decirlo, viven practicando el vampirismo con las personas que tienen la mala fortuna de caer en sus garras.

 

“Aquellos que se apropian ilegítimamente de un nombre mágico, cargado de contenido y simbolismo quimérico, distan un abismo de merecerse tal distinción. Se convierten en farsantes e impostores”

 


Esencialmente son oportunistas y como también carecen de cualquier escrúpulo moral o de conciencia no dudan en actuar en su propio beneficio. Ante la vulnerabilidad o el abatimiento que las circunstancias de la vida haya podido proporcionar a la posible víctima en cuestión, dejándola desprotegida, y quien, tal vez, se siente en esos momentos como un frágil velero vapuleado por el viento luchando denodadamente por mantenerse firme en la cresta de las olas durante la tempestad, quizá en un desesperado intento para no ser engullida hacia las profundidades del océano, y ante tal descomunal desamparo, decía, aquel ser prepotente, que se hace llamar “mago” a sí mismo y por los demás, se relame de placer, desplegando todo su arsenal en pos de un único y oscuro objetivo, la posesión absoluta de su desvalida víctima. Henchido de ego, flanqueado por un lado de la soberbia que le es característica y por el otro de una desmesurada ambición mal entendida, se emplea a fondo. Se muestra omnipotente, alardea de extravagantes conocimientos, de saber hacer, se torna sibilino. En definitiva, aunque parezca que representa un personaje, a quien representa realmente es a sí mismo. Reflejado en el espejo es la viva imagen del Narciso de la mitología griega.

Aprovecha el impacto de la admiración que causa y paso a paso se va adueñando de la voluntad de la persona, aislándola, cambiando sus registros, anulando sus valores, envenenando su mente, y generando una dependencia de la que difícilmente habrá escapatoria. De este modo aumenta su poder hasta el infinito. Estos farsantes no son un mito, una invención, algo ajeno o lejano que no nos puede alcanzar a nosotros. No nos engañemos, estos individuos son una realidad, una amenaza constante que convive en nuestra sociedad. Al igual que las sectas denominadas peligrosas o destructivas, catalogadas así debido al daño irreversible que a nivel psicológico pueden provocar en sus víctimas (inclusive llevarlas hasta la locura), a las que literalmente llegan a esclavizar, destruyendo personas, arrasando familias, como digo, estos individuos que tienen delirios de grandeza o mantienen el mismo “modus operandi” aunque sea a nivel individual, también lo son. Desalmados. Destructivos. Además de un sinfín de calificativos que podríamos añadir, perversos, extorsionistas, manipuladores, embusteros, trileros, tantos que harían la lista interminable.

Debería existir una ley en el código penal para este tipo de conductas en la medida del real y consiguiente peligro que representan para toda una sociedad. Poder rescatar a las víctimas y a sus familias, recuperarlas y restablecerlas de captores y depredadores, que no debemos confundir con gurús, (voz sánscrita) término que se utiliza en la India para referirse a un jefe religioso o director espiritual.

Los verdaderos magos (aunque no sean mitológicos), aquellos que respetan la vida, a la naturaleza y a sus semejantes, que siembran alegría y bienestar, arrancando sonrisas, haciendo soñar, les basta con saberse grandes a sí mismos. No necesitan nada más.

Y la mayoría no lo va diciendo.

 

4 COMENTARIOS

  1. No se nos dice quienes son esos falsos magos pero se deja muy claro quien son los magos reales, “aquellos que respetan la vida, a la naturaleza y a sus semejantes “. En realiad el problema es que para muchos “vida” se reduce a los “suyos”, naturaleza a la parcela de su chalé y “semejantes” los de su misma clase social y entorno. Lo que está fuera de ese cículo son casi objetos pero quizá con los de ese reducido entorno sí se muestran humanos.
    El narcisimos entendido como ahogo y negacion de sentimientos no como presunción es lo que crea los “falsos magos” que sólo respetan su apariencia porque han vendido a Fausto su ego.

  2. Y cuantos hechizados /as son vapuleados por estos falsos magos, creyéndose que no son victimas sino amoríos desmesurados ……
    Un metafórico artículo excelente , espero seguir leyendo más…….

  3. Gandalf podría ser uno de buenos magos, pero como personaje de ficción no existe. El resto de los magos, falsos curanderos, maestros del exorcismos, imposidores de manos, todo un montaje para vivir del cuento… y para lavar el cerebro a los pobres incautos, buscadores de mitos y fantasías, bajos en autoestima. Falsos magos que debería estar encerrados para no hacer mas daño del que hacen, destrozando personas y familias. Tal vez Fernando Montero sea uno de esos??? Quién sabe, porque son lobos disfrazados de cordero. Pobrecitos quienes caen en sus manos, porque su razón se convierte en enajenación, fanatismo y adulación de estos charlatanes que se creen tocados por el dedo de no sé que deidades.

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