LA VIDORRA DE LOS FRANCO

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Franco JuanCarlos
El dictador con el entonces prínciple J
Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias
Cuando un rey, Jefe del Estado reconoce públicamente la labor de un dictador y, además, premia su actuación concediendo títulos nobiliarios a sus herederos, es una más de la muchas actuaciones que hacen indigna esta institución en este país; pero ésta, merece una especial atención para demostrar la connivencia entre la monarquía y Franco, al menos del rey Juan Carlos I, para hacer efectivo su nombramiento como sucesor en la Jefatura del Estado fruto de la llamada Ley de Sucesión  en este cargo.

Sí, por algunos o algunas no se sabía, Fue el actual rey emérito quien concedió a los Franco el Título del Ducado de Franco a través del decreto 3028/1975 “para sí, sus hijos y descendientes”, siendo la viuda de Franco la primera que lo detentó, heredándolo posteriormente su hija Carmen Franco, fallecida recientemente, lo que hace que este título actualmente este pendiente de asignación a sus herederos legítimos por haber sido reclamado por  uno de ellos en exclusiva; aparte del correspondiente al Marquesado de Villaverde.

¿Intercambios de favores?. Es posible, Franco no daba puntada sin hilo, y consciente del aislamiento europeo a la autarquía por él instalada en nuestro país, sabía o podía intuir que a su muerte, sería difícil perpetuar su régimen y que mejor que devolver el poder a la monarquia española en la persona de Juan Carlos, aunque el llamado a reinar fuese su padre Juan de Borbón, no tomado en cuenta por el dictador debido a las malas relaciones entre ambos. Algo así como: “yo te nombre príncipe de España…“, como así fue, “… y tú te comprometes que ser el garante de que a mis hijos, nietos y demás familia nacida de éstos se les reconozca como Grandes de España por ser mis descendientes, aparte de respetar las propiedades inmobiliarias que se transmiten en la sucesión“.

Lo dicho puede llevar a pensar a algunos y algunas que debemos agradecer a Franco la actual monarquía parlamentaria instituida como forma de Estado tras su muerte. ¿Fue un plan pergeñado entre el dictador y su sucesor para el establecimiento de un nuevo régimen democrático, donde se garantizara un ciertas estabilidad política o social?, también es posible.

Los hechos tienen dos lecturas. La real o la auténtica, es decir, tal y como acontecen sin contaminación de ningún tio y, otra, la que cada a cada uno o a cada una le conviene para resaltar o denostar a alguien o algo. Y, la evidencia de dicha connivencia entre instituciones lo demuestra la concesión del mencionado titulo nobiliario con el nombre de Franco, el de un dictador, el de una persona que por amor a España tuvo secuestrada a todo un pueblo durante más de cuarenta años. Así se selló por el rey Juan Carlos I, el inicio de su reinado, ofreciéndose como un rey de todos los españoles y españolas, dentro de un régimen democrático. ¿Qué burla, no?.

¿Qué hubiera pasado si no se hubiese respetado aquella Ley de Sucesión?, ¿hubiese sido posible la instauración de un régimen democrático sin que la Jefatura del Estado la ostentará un rey?. La respuesta puede plantearse también como un interrogante: ¿por qué no?. Si, podría ser posible que ahora tuviésemos una república como muchos y muchas anhelamos; o no. Nadie, o al menos yo no lo conozco, al margen de un montón de charlatanes videntes pasados de rosca; que tenga una bola de cristal que nos ofrezca una lectura de lo que hubiese sido el pasado si hubiésemos elegido otro camino.

Lo que está claro, es que, lo que hoy tenemos podemos cambiarlo si no nos gusta, sólo es necesario obtener una mayoría parlamentaria especial exigida para una reforma constitucional, evidentemente, porque una democracia funciona así, siendo uno de sus pilares la consagración de un Estado de Derecho, donde la ley como expresión de la voluntad popular impere sobre cualquier otra actuación arbitraria. Todo lo demás es una perdida de tiempo.

Personalmente, no reconozco ningún mérito a rey emérito, y menos al actual, para que ostenten la Jefatura del Estado, y menos que se les otorgue privilegios por tal condición. No tengo, por mi condición de demócrata, otra opción que respetar esta institución como Jefatura de Estado.

Hizo lo que tuvo que hacer cuando el dictador murió y ya está, no hay que buscar más flecos o pies al gato que, seguro los hay, pero, ¿para qué?, ¿para regocijarnos en el odio?, leamos la historia para no olvidar de quienes somos y  de donde venimos, pidamos la compensación por los derechos vulnerados por el Estado en el pasado, y dispongámonos a trabajar para cambiar lo que no nos guste, llegando si es necesaria a la formación de coaliciones que nos permitan hacer efectivo dicho cambio.

Es cierto que se voto la forma de Estado, es decir la monarquía parlamentaria, en el contexto de una futura Constitución, como una opción que ya habían elegido otros por nosotros. Pero también lo es, el hecho que si no nos gusta lo cambiemos. No es necesario ninguna revolución y liarnos a palos y a montar broncas, que a muchos interesa. Sí el derecho a manifestarnos para hacernos oír y reclamar los que consideramos nuestros derechos . Sólo es necesario ser tenaces en nuestro objetivos y empezar a trabajar todos los que nos consideramos republicanos.

Sucedió lo que sucedió, pero todo es cambiable, nada es eterno, y “no hay mal que dure cien años”. Pero hay algo, entre las muchas cosas que se han hecho mal durante la instauración del actual régimen democrático hasta el momento, es la concesión por el rey Juan Carlos I, de un título nobiliario a los Franco, a esos que no han hecho absolutamente nada por España, nada más que vivir a todo trapo de las rentas del dictador, lo que les ha servido para hacer multitud de negocios inmobiliarios de las que han sacado rentables ganancias. Fortuna que procede evidentemente de un régimen dictatorial, de un régimen ilícito mantenido a lo largo de los años bajo la represión y violación de los derechos más básicos que corresponden a los ciudadanos como seres sociales y políticos.

“Fortuna que procede evidentemente de un régimen dictatorial, de un régimen ilícito mantenido a lo largo de los años bajo la represión y violación de los derechos más básicos que corresponden a los ciudadanos como seres sociales y políticos.”


Dicho de otra manera, me importa realmente un bledo o menos que un bledo, que a Franco o al rey emérito se les atribuya, o no,  el mérito del paso de una dictadura a una democracia, dicen que sin violencia, ¿depende dónde?, y sin derramamiento de sangre; que se lo digan a las familias que han perdido alguno de sus miembros o han sido víctimas  directas ellas o alguno de sus miembros de la banda terrorista ETA.


Si por Decreto se concedió un título nobiliario que, al igual que todos los existentes, dudo se puedan merecer por sus tenedores, y menos sus herederos, simplemente por el hecho de haber nacido en el seno de una determinada familia; que por Decreto, por Ley o por lo que haga falta dentro de los cauces legales se derogue los títulos de los Franco, porque nadie merece el reconocimiento como mérito el ser un descendiente de un dictador con las manos manchadas de sangre. Y, tampoco vendría mal, aunque sólo sea  por simple higiene democrática, se dispusiera devolver a sus originarios propietarios todas aquellas propiedades que los fueron usurpadas para el regocijo y disfrute de una familia, creando un patrimonio familiar que, como otros grandes de España, con título o sin él, han originado rentas llevadas a paraísos fiscales, todo por el amor a España.

No demos más pábulo a esta familia, cortemos ante la disputa de sus títulos nobiliarios tras la muerte de la hija del dictador, con este reconocimiento, y rescatemos para dignidad de este país, todas sus  apropiaciones indebidas y; por supuesto, por la institución que se otorgó tales títulos, se dé una explicación a los Españoles de los verdaderos motivos para su concesión, o al menos pedir perdón a las familias, herederos de todas aquellas personas represaliadas, asesinadas, maltratadas socialmente, y torturadas; en definitiva víctimas de una dictadura que el rey emérito decidió premiar.

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