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Bolas Fin Navidad
Sólo queda el día de Reyes para que la navidad termine, como añadirían, mis hermanos: “de una puñetera vez”, sus razones tendrán para odiar la Navidad. Yo, como en la mayoría de las cosas que hago en mi vida, ni lo uno ni lo otro. Últimamente me va muy bien adoptar una postura neutral, lo cual es diferente a no mojarse respecto a un tema concreto; me refiero al momento de escuchar a aquellos que opinan lo contrario a mí y, al decir que me viene bien, no me refiero al hecho que, cuando escucho a mi interlocutor adopte una postura zen buscando algún tipo de mantra con fuerza espiritual, sino a que mi corazón sufre menos y mi hipertensión la tengo más controlada.

Tampoco entiendo como estando alguien en contra de la navidad, y no sólo me refiero a mis hermanos, a los que espero no les parezca mal lo que aquí cuento, y sí así no fuese, tienen el derecho de réplica abierto en cualquier momento en este medio; sin embargo, el día de noche buena o noche vieja, cuando estas en lo mejor de la cena o de la velada te mandan un mensaje o varios para felicitarte. Así me ha pasado a mí, y no precisamente porque la velada estuviese marchosa, sino porque después de la cena de noche viaja Morfeo se apoderó de mi espíritu trasportándome a un mundo onírico de lo más reconfortante, hasta que el vibrador de mi móvil metido en el bolsillo de mi pantalón me despertó próximo a las campanadas en la Puerta del Sol, como todos los años, aunque éste ha tocado a la Pedroche y a su no vestido, y a continuación los insoportables e histéricos colaboradores de  “Sálvame”.

No obstante, el efecto despertador de la llamada duró poco, lo suficiente como para arrancar doce uvas de un racimo y comérmelas en compañía de parte de la familia, ya que a continuación, tras el primer sorbo del cava -esta año no me han regalado ninguno Catalán, vaya mala suerte, me volví a quedar dormido. El día, tengo que decir que fue duro.

En todo caso, como no, agradezco las felicitaciones, porque de una manera u otra, ves a la gente a la que realmente le importas un poco, y porque, y tengo que decirlo,  es de buen nacidos ser agradecidos, te gusten o no las navidades, así que agradezco a mis hermanos que, aunque a ellos no les gusten las Navidades, me tienen presente.

Como ya habréis deducido más de una y uno, las Navidades para mi ni fu, ni fa. Quiero decir que son unas fiestas como otras más, embebidas del capitalismo, donde el espíritu navideño sólo lo veo en los ojos de los niños y de algunos mayores que son como niños o son niños grandes, entre los que me incluyo. Sin embargo, da la casualidad que ese espíritu navideño desaparece  cuando la Navidad termina, siendo muy pocos los que intentan repartirlo a lo largo del año, por una simple y llana razón, porque aman a la humanidad, sólo por el hecho de formar parte de ella, intentando esforzarse por alcanzar la justicia social.

“…las Navidades para mi ni fu, ni fa. Quiero decir que son unas fiestas como otras más, embebidas del capitalismo, donde el espíritu navideño sólo lo veo en los ojos de los niños y de algunos mayores que son como niños o son niños grandes”


No estoy hablando de una especial santidad o hermandad entre todos los habitantes del planeta, que no estaría nada mal, me refiero a la hermandad recordando aquella unión con el árbol de la vida en la película de Avatar; sino simplemente al hecho de que la buena disponibilidad que buscamos en estas fechas tan importantes, según las creencias religiosas de algunos, la mantengamos todo el año, no viendo en los demás a nuestros contrincantes, aunque lo sean por la razón que sea, sino como a personas iguales a nosotros y tan perdidas como todos nosotros, con los mismos o parecidos sentimientos, virtudes y defectos,  anhelos, buena o mala suerte, con desgracias o sin ellas, que aprendemos a vivir cada día.

Queda muy poco para que los Reyes Magos de oriente se cuelen en nuestros hogares, y volviendo hacer gala del consumismo hagan que aparezcan debajo del árbol de navidad o del nacimiento un montón de regalos, cuyas cajas adornadas con bellos y relucientes papeles y lazos, ya quisieran para ellos esos niños que ni tan siquiera tienen un mendrugo de pan para llevarse a la boca; para con ellas hacerse sus trenes o coches  de cartón,  dando rienda suelta a su imaginación, si es que pueden debido a sus estados de inanición, o simplemente para cobijarse del frío en las noches gélidas.

Pasada esta última fiesta de navidad , todo volverá a ser como antes. Voló el espíritu navideño, pero, sin embargo, los pobres, la injusticia social, la falta de solidaridad, el odio, la confrontación, seguirán estando ahí, no sólo porque nuestro egoísmo no nos deja ver más allá de nuestras propias narices, sino también porque estamos en nuestro zona de confort y nos duele o cuesta salir de ella, y porque, fundamentalmente, los demás nos importan un bledo, esos mismos a loa que tantos deseos de  prosperidad hemos mandado, tan sólo hace unos días.

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